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Las mujeres de mi vida. Más de 10

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Estoy completamente convencida de que la amistad es una de las cosas más importantes de la vida, y sin ella no sé si ésta tendría mucho sentido. Además, cuanto mayor me hago, mas valoro esa relación única que tengo con un puñado de otras mujeres.

Es verdad que es un sentimiento (entre mujeres y en general) muy complejo, uno de los aspectos menos simples de la vida, pero también uno de los más «sanadores».

Soy muy afortunada y estoy rodeada de amigas. En un torpe ejercicio de agrupamiento, os las presento:

  1. El grupo. Ese equipo indisoluble con nombre moñas y cuyo humor solo entendemos nosotras. Siempre están ahí, para reír o para llorar juntas. Cada una «de su padre y de su madre», pero una combinación perfecta de comprensión, sinceridad, complicidad y amor. Somos seis, con nuestros apodos y nuestras bromas privadas. Si pienso en ellas, sonrío. Gracias, chicas. Por todo. Y, especialmente, por aguantarme. Next station: Sevilla.
  2. La (prácticamente una) hermana. La mía vive lejos, en el Sur. Pero es como si siempre estuviera con nosotros. Digo bien, «con nosotros», porque es miembro de (toda) la familia. Desde hace ahora justo 25 años. Nos conocimos en un aseo de señoras en noviembre de 1991. Y hasta hoy. Siempre conmigo. Y yo con ella. En lo bueno y en lo malo. Embarazos, bodas, fallecimientos, enfermedad… Todo lo que conforma la vida. «Los suyos» son míos. Y al contrario. Para siempre.
  3. La hermana de verdad. Para mí, hermana-madre. Ha sido (y es) mi referente en la vida. Y yo, una pesada, contándole todos mis miedos. Cuento con mi hermana para todo lo importante. Espero que sepa que estoy siempre, para lo que quiera. Yo no sería lo que soy ni como soy sin ella. Me ha salvado. Muchas veces.
  4. La de la infancia. De ésas, no me quedan. No he sabido o no he podido conservarlas. La  amistad más antigua que tengo es de cuando las dos teníamos 17 años. Así que entra en este apartado. Porque, en realidad, éramos casi unas niñas. Aunque entonces creyéramos que lo sabíamos todo. Fue -y es- una gran amiga. Me apoyó en momentos duros, siempre desde la serenidad. Tengo suerte de seguir teniéndola , aunque se haya ido lejos, en busca de una nueva vida. Porque, además de buena, es muy valiente.
  5. Las sorpresas. En mi caso, son mi suegra y mi cuñada.  Con la mala fama que tienen, a mí me tocó la lotería. La madre de Pablo es una gran mujer. Una madre estupenda, una trabajadora incansable y una emprendedora por naturaleza, que ha afrontado muchos retos, de los que siempre ha salido airosa, y con una sonrisa. Me quiere y yo a ella. En muchas ocasiones, me ha dado lo que no tuve de niña. Sus hijos la adoran. Y no me extraña. Yo también.  Mi cuñada, su hija, es también una mujer extraordinaria, aunque ella no se lo cree, aunque los que la queremos insistamos en decírselo. Es buena, generosa y sensible. Hemos sufrido y disfrutado mucho durante estos 25 años. Es mucho más que la hermana de mi marido. Es mi amiga. Una de las mejores.
  6. La de carambola, que resultó ser una presencia constante y esencial en tu vida. Coincides en un trabajo, y resulta que le presentas a un amigo. Y van,  y se casan. Desde entonces, una vida. La suya y la nuestra, siempre en contacto. Sobre todo gracias a ella, que, esté donde esté, siempre encuentra un momento para llamar, para juntarnos. Y, pase el tiempo que pase, es como si no pasara el tiempo. Es una amistad fuerte. De cuatro que se quieren.
  7. La que perdiste y aún te lo reprochas. Porque fue por algo estúpido, visto desde ahora. Porque ella era una persona muy importante, con la que compartí momentos clave de una época única de mi vida. Porque ella y yo éramos un equipo. Y nos lo cargamos. Solo le deseo lo mejor, aunque sea lejos.
  8. Mi conciencia. Cómo me conoce. Y, sin embargo, me quiere. Tantos años codo con codo… Me riñe, me defiende, me ayuda. Nos respetamos y nos queremos. Sin estridencias. Sencillamente. La necesito.
  9. Los «descubrimientos». Crees que ya lo tienes todo «armado» y, de repente, encuentras a alguien que llama tu atención. Mujeres que brillan y te hacen pensar que merece la pena conocerlas. Fuertes, divertidas, luchadoras, listas… Y son muchas. Más cerca de lo que crees. De todas las edades. Algunas llevan años delante de tus narices y, de pronto, las ves. Apasionante.
  10. La hija. Esta es una categoría especial y única. Cuando me di cuenta de que es una mujer (y estupenda) que tiene preocupaciones de mujer, sentí una mezcla de emoción y tristeza (ésta, al confirmar que no había conseguido salvarla de nuestros miedos y obsesiones). Pero, por encima de todo, lo que siento al mirarla, es orgullo. De lo que es, de lo que sé que va a ser y, por qué no decirlo, del vínculo que hemos construido. Muchas veces, cuando lo pienso, sigue sorprendiéndome lo que me cuenta, la confianza que tiene en mí y la admiración que intuyo en su mirada y en sus palabras. No sé si lo merezco, pero me encanta. Espero saber conservarlo. Y que nuestro amor incondicional siga creciendo.

Mónica, Ana, Eli, Belén, Carol, Hermi, Susy, Yolanda, Rosa, Pepi, Araceli, Eva, Marisa, Patricia,  mi querida Elena… y todas las demás: Mi red de mujeres. Me hacéis fuerte, libre y segura . Gracias.

Hasta la próxima entrada.

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La «invisible» Rosario Pi

Invisible para todos. Para los intelectuales de la II República y parte de los recuperadores de la Memoria Histórica por supuestas inclinaciones filo-fascistas. Por el Franquismo, por mujer, por feminista y por «meterse» en una profesión de hombres.

Rosario Pi puede considerarse la primera mujer directora española (con permiso de Helena Cortesina y su Flor de España de 1922), cuyas películas coinciden, además, con la llegada del sonoro. Fue productora (fundó Star Films, junto a Gutiérrez Bringas y Ladrón de Guevara), guionista (Doce hombres y una mujer, dirigida por Fernando Delgado) y directora (El Gato Montés, 1935). Nada menos.

En todo, una adelantada a su tiempo, incorporando arquetipos de mujeres fuertes, autosuficientes y libres en las relaciones. También rechazaba ya la violencia machista, muchos años antes de que todos nos rasguemos las vestiduras. Tras la Guerra se exilió, primero a Francia y luego a Italia, con su amiga, la actriz María Mercader. Unos años después, volvió, pero jamás volvió a hacer cine, en aquella España oscura de la dictadura de Franco, de la que vivió los años más terribles, hasta su muerte, en 1967.

De hecho, Pi sólo dirigió dos películas, aunque fue guionista de alguna más y produjo varias. De todas ellas, solo se conserva una, la más famosa y la que más éxito tuvo en su momento, El Gato Montés, una adaptación de la zarzuela de Penella (1912), en la que la pluma de la cineasta se esmeró con  Soleá, la protagonista femenina , cuyo personaje reescribió para convertirla en una mujer independiente, que no necesitaba protección, y con un papel decisivo en la resolución de la trama y el conflicto entre sus dos pretendientes. Añadió además el personaje de La Peliculera, que ni siquiera existía en la obra original, una mujer cansada de fregar, llena de ilusiones de triunfo y que expresaba abiertamente sus deseos sexuales. Todo un hito para la época.

El éxito de su primera película, permitió Rosario dirigir otra más, ya en plena Guerra Civil y financiada por un General. Rodada en zona republicana, Molinos de Viento también estaba basada en la zarzuela del mismo nombre, obra de Ricardo Frutos, y protagonizada por Pedro Terol y María Mercader (que, con los años, decía no recordar haberla hecho). Como el resto de las películas en las que participó -de una u otra forma- la directora, esta cinta también desapareció.

Tras su exilio en Italia, Rosario Pi volvió a la España franquista, que no le dio ni una sola oportunidad en el cine. Una mujer creadora y liberada no tenía sitio en la industria cinematográfica de la Dictadura, dominada por hombres y en los que el «lado femenino» siempre estaba delante de las cámaras.

Habría que esperar varias décadas para que las mujeres directoras volvieran a ser una realidad por aquí.

Hasta la próxima entrada.

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Isabel Oyarzábal fue media docena de cosas, por lo menos

Otra mujer de una pieza. Hija de escocesa y malagueño-vasco, vivió como mujer republicana hasta su muerte como exiliada en México, porque murió antes que Franco. Sólo un año antes…

Esa combinación de orígenes, creencias y culturas, hizo de Isabel una persona especial en el ambiente burgués y provinciano de Málaga a finales del XIX. Fue profesora de español en Escocia, donde iba cada verano, y donde conoció a mujeres extraordinarias, como la sufragistas Eunice Murray y la gran bailarina Ana Pavlova, entre otras. Para ella, aquellos veranos eran los mejores momentos del año, dejando atrás en opresivo ambiente de su ciudad natal.

Porque Isabel no se conformó nunca con nada. Era una mujer inquieta y con enormes ganas de vivir, que no aceptaba el papel que se le imponía, por ser mujer y de «clase acomodada».   Así que, acompañada por su madre, con una mentalidad mucho más abierta que la de su familia paterna, se lanzó al mundo y vivió múltiples experiencia.

He de decir que, sea en la época que sea, me fascinan las mujeres (las personas, en realidad) versátiles, capaces de hacer muchas cosas (bien, se entiende). Es verdad que el tiempo en el que le tocó vivir a nuestra protagonista, esto es todavía más admirable. Porque, fijaos:

  1. Fue actriz. Muy poco tiempo, es verdad. Entró a formar parte de la compañía de María Tubau, aprovechando la presencia de su compañía en Málaga. Una vez contratada, madre e hija se fueron a Madrid, donde participó en el montaje de la obra Pepita Tudó. Durante esa época, Isabel contrajo matrimonio con Ceferino Palencia, el hijo de la conocida actriz. No les fue demasiado bien como pareja, pero aprendió muchas cosas de su familia política y del «mundo de la farándula».
  2. Feminista y sufragista, tal vez inspirada por las mujeres que conoció en su infancia y, sobre todo, por su madre y el ambiente liberal en el que vivió, una vez fallecido su padre, que era el de la mano firme y convencional. Militó en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), de la que llegó a ser presidenta, y en 1920 fue delegada en el XIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer en Ginebra.
  3. Escritora y periodista. Por eso está aquí, entre otras cosas. Por su dominio del idioma, colaboró con publicaciones inglesas como The Standard y Laffan News Bureau. Además, después, con su hermana Ana y  Raimunda Avecilla publicó la revista La Dama y la Vida Ilustrada, con contenidos para mujeres. También escribió para  Blanco y Negro, El Heraldo, Nuevo Mundo o La Esfera. Autora varios libros, sobre muchos temas, son sus Memorias la más valorada de sus obras, aunque no salieron en España hasta setenta años después de su publicación.
  4. Republicana y embajadora, por lo que más se la recuerda. En otoño de 1936, ya iniciada la Guerra Civil,  fue nombrada ministro plenipotenciario en la Embajada de España en Suecia. Antes había participado en la Sociedad de Naciones, y dio conferencias en Estados Unidos y Canadá y en el congreso del Partido Laborista de Edimburgo. En enero de 1937 estaba en Estocolmo para presentar sus credenciales al rey sueco, pero tuvo que esperar un tiempo porque  su predecesor, proclive al bando rebelde, se resistía a dejar su puesto. En Suecia conoció la novelista ganadora del Nobel Pearl S. Buck y a la socialista y feminista rusa Alexandra Kollontai, de quien escribió una biografía.
  5. Inspectora de trabajo, la primera mujer en ocupar este puesto por oposición en España, en 1933.
  6. Exiliada. Isabel no fue una excepción, y como muchos otros intelectuales de la época, se exilió tras la caída de la República. En 1939, ella y su familiar, partieron a México, donde murió sin regresar jamás a España.

Lo que os decía desde el principio. Otra gran mujer. Una más. Gracias, Isabel.

Hasta la próxima entrada.

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¡Acción! 10 cineastas españolas a las que disfrutar

Me encanta el cine. De todas las épocas, de cualquier procedencia, sobre todos los temas y de casi todos los géneros.

Las mujeres, en el cine, también sufren discriminación. Lo único positivo de esto es que cada vez es más pública esta situación y muchas estrellas reivindican igualdad de salarios, de oportunidades y de buenos papeles para las mujeres. El otro día leí en la columna de Carme Chaparro en Yo Dona un dato curioso (y triste), sobre un estudio en el que alguien se había molestado en comprobar cuánto hablaban las princesas Disney en la películas que teóricamente protagonizan y que, no lo olvidemos, ven, sobre todo, las niñas. Poco. Hablan muy poco.

En la dirección, las mujeres también tienen una importante desventaja y mucho que luchar, para conseguir el dinero y la confianza que tienen los hombres. Y en su caso, esto es importante para ellas y también para el resto de las que viven de la industria y por este maravilloso arte. Y ellas, para nosotras, las demás, también son relevantes, como la mirada femenina del cine sobre el mundo, la historia, las relaciones y las personas. A veces, me doy perfecta cuenta de que llevo toda mi vida mirando el mundo a través de los ojos de Wilder, Ford, Houston, Amenabar, Almodovar o Berlanga.

Así que he decidido traer aquí mi modesta selección. ¿El criterio? Caótico, como siempre. Gusto personal, admiración, recuerdos, afinidad personal, nostalgia, repeto… De todo. Pero me ha salido una lista de 10 la mar de apañada.

  1. Ana Mariscal lo hizo todo en el cine, aunque empezó en ese mundillo por casualidad, cuando estudiaba Matemáticas en la unversidad. Primero fue actriz, toda una estrella, y la protagonista de la odiosa Raza (cuyo guión se dice que fue escrito por el mismísimo Franco). Después,  pasó a producir y escribir guiones y, finalmente, se animó a ponerse detrás de la cámara. Su trabajo más reconocido fue El Camino, sobre la novela de Delibes. Nunca dejó la interpretación, ni en cine ni sobre las tablas. Fue una artista completa.
  2. Pilar Miró no tuvo una vida muy larga, pero sí prolífica. Y accidentada. Empezó en TVE, donde se bregó en la profesión, dirigiendo programas y retrasmisiones «de todos los colores», antes de pasar al cine. Dirigió 9 películas con desiguales resultados, pero siempre con rigor y profesionalidad. Los actores y los miembros de sus equipos técnicos la adoraban y siempre querían repetir. Fue Directora General del Ente Público RTVE, puesto en el que fue muy criticada e incluso se vio envuelta en un «escándalo» (comprar ropa para asistencia a actos utilizando dinero público) que ahora parece un juego de niños, pero que en su momento tuvo mucha repercusión y se explotó políticamente. Murió demasiado joven, a los pocos días de dirigir la retransmisión de la boda de la Infanta Cristina (¿Qué diría ahora de los líos en los que anda metida?). Su corazón era frágil y, un día, demasiado pronto, se paró. Entre sus pelis, mi favorita El Perro del Hortelano, con Enma Suárez y Carmelo Gómez en estado de gracia.
  3. Josefina Molina no ha parado desde que decidiera que esto de la dirección de escena, cine, televisión -o lo que le echen- era lo suyo. Es Hija Predilecta de Andalucía (nació en Córdoba) y Goya de Honor, entre otros muchos -y merecidos reconocimientos. También ha sido guionista y ha hecho cortos, series, documentales. En esta lista está, además de por todo eso, por su liderazgo y su feminismo. Es fundadora de CIMA (asociación de mujeres profesionales para fomentar la presencia equitativa de la mujer en el medio audiovisual) y autora, junto con Pilar Miró y Cecilia Bartolomé,  de Cine de mujeres en la Transición. La trilogía ´feminista´.  Es una luchadora incansable por la igualdad de las mujeres, también en su profesión.
  4. Gracia Querejeta es mucho más que la hija de su padre. Héctor, Siete mesas de billar francés o 15 años y un día demuestran que es una directora excelente, de historias llenas de sensibilidad, con actrices a las que saca el máximo partido. Me encanta.
  5. Chus Gutiérrez es una de las grandes, con una trayectoria y una filmografía dignas de admiración, y un poquito de envidia. Ha dirigido tanto largometrajes como cortos, e incluso ha hecho sus pinitos como actriz. El calentito me gustó mucho, pero mi favorita es la serie Ellas son así,  que escribió y dirigió, protagonizada por Maribel Verdú, María Barranco, Neus Asensi y María Adánez, y por la que recibió el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer. Pasé muy buenos ratos con todas aquellas mujeres de la misma familia, tan distintas y tan divertidas.
  6. Isabel Coixet. Sentimientos y opiniones contradictorias. Sobre sus pelis, claro. Algunas me gustan mucho (La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí, o los documentales Escuchando al Juez Garzón e Invisibles), otras me aburren soberanamente. A ella, la respeto y la admiro. Y espero que cada vez haga más de las que me molan y menos de las que no. O que yo aprenda a sacarles la gracia a todas.
  7. Iciar Bollain. La adoro. Desde Hola, estás sola, aquella historia con Silke y Candela Peña que me ponía contenta en una época en la que yo no lo estaba. Me parece divertida, natural, lista y -sospecho que- buena gente. También me apasionan Flores de otro mundo y, sobre todo, Te doy mis ojos. Me emocionan profundamente. Todavía no he visto El Olivo, pero lo estoy deseando. Al crítico más duro que conozco -mi padre, de 87 años- le ha encantado.
  8. Leticia Dolera. Ha sido un placer ver Requisitos para ser una persona normal. Me encanta su tono, los personajes, la dulzura y el humor tierno que transmite. Y los vestidos de Leticia. Creo que se merece poder seguir dirigiendo. Ojalá lo consiga. La traigo aquí como mi apuesta. ¡A por ellos!
  9. Mabel Lozano. Ya sabéis que, en este caso, es una debilidad por este terremoto de mujer y su trabajo. Ya os lo conté aquí no hace mucho. Y lo ratifico todo. Aunque se quedara a las puertas del Goya, sigo creyendo que su documental era el mejor de los nominados.
  10. Paula Ortiz, la directora de La Novia. No la conozco mucho, pero me gusta. Y me cae bien. A ver por dónde sigue.

¿Qué os parece selección? Variada, por lo menos. Un grupo de mujeres de varias generaciones que han conseguido dirigir una o más películas. Podría haber sido una lista de 20, de 50… ¿De 100? No sé yo… ¿Os animáis a ayudarme a ampliarla?

Hasta la próxima entrada.

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Oprah en 10 sencillos pasos

Menuda vida. Aunque ella es la imagen del éxito, no todo fue fácil para Oprah. Ni siempre. Los años de su infancia y adolescencia fueron muy difíciles, pero salió adelante y se convirtió en una de las mujeres más poderosas del mundo. Es admirable, verdaderamente.

Muchas veces es difícil recomponer una vida joven, truncada por años de abusos, dolor y maltrato. Entre los 6 y los 14 años, esta muchacha negra nacida en Missouri en los años 50 vivió en el infierno, con embarazo, parto prematuro y muerte de su hijo incluidos. Cuando escapó, la llevaron a Nasville y allí empezó, con la ayuda de su padre, a recuperar -poco a poco- su vida, sus estudios y su futuro.

Y ya fue imparable.

  1. A los 19 años empezó a trabajar como reportera de radio en una emisora de Nashville
  2. A los 22, se fue a Baltimore  a presentar el programa de televisión local People are talking durante ocho años, hasta convetirlo en un auténtico éxito nacional.
  3. Con solo 30 años, la WSL-TV de Chicago la contrata para presentar su propio programa de mañana, el talk show A.M. Chicago, que en pocos meses consigue colocar  en el número 1 del ranking de audiencias
  4. Un año después, el programa ya se llama The Oprah Winfrey Show y se convierte en todo un fenómeno de la TV, sin precedentes. Fue el número 1 de las televisiones estadounidenses durante más de 20 años, con casi 30 millones de espectadores sólo en los Estados Unidos, el programa más visto de la historia de la televisión.
  5. En 1986 fue nominada al Oscar como mejor actriz de reparto por su papel en El Color Púrpura y funda su propia productora, Harpo (su nombre al revés).
  6. En 1991 lideró una campaña para la creación de una base de datos nacional abusadores de niños, proyecto que se convirtió en la ley conocida como Oprah-Bill de 1993,  bajo la presidencia de Bill Clinton.
  7. En 2010 se emite, en Sidney, el último programa de The Oprah Winfrey Show, y crea su propia cadena de televisión,  Oprah Winfrey Network (OWN), con dos programas sindicalizados: Dr. Phil y Dr. Oz show,  producidos por Harpo Productions, que ella no presenta, aunque a veces asiste como invitada.
  8. Según la revista Forbes, fue la persona afroamericana más rica del siglo XX y la mujer más poderosa del año 2005, así como la celebridad más poderosa en 2005, 2007, 2008, 2010 y 2013.  En 2010, la revista la definió como «la famosa más influyente del mundo» y en 2014 la colocó en el puesto 14 de la lista de las 100 mujeres más poderosas del mundo.
  9. Life la ha calificó como la mujer más influyente de su generación y  Time la nombró una de las cuatro personas que han dado forma al siglo XX y al inicio del siglo XXI. En el 2005,  Business Week la calificó como la más grande filántropa de origen negro en la historia de los Estados Unidos
  10. Ha recibido muchos premios, entre ellos varios Emmys y en 2011 fue ganadora del Oscar Humanitario Jean Hersholt por su labor humanitaria a favor de las causas sociales. Es Doctora Honoris Causa por Harvard y en 2013 fue condecorada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el máximo reconocimiento civil de su país, por el presidente Barack Obama.

Oprah es un montruo. Un fenómeno de la comunicación. Pero también es más que eso. Es una superviviente que hizo mucho más que sobrevivir. Ha dejado a medio mundo mudo de admiración  y se ha convertido en un icono para los norteamericanos y en un mito global. Y, todo ello, lo ha utilizado también para alcanzar metas más allá de lo profesional y lo económico.

Ella no representa exactamente lo que yo querría ser como periodista. No la considero una de mis maestras. Pero creo que es única, admirable y un torrente de energía positiva.

Hasta la próxima entrada

 

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Una Alondra vuela hasta Australia

 

Estoy convencida de que, entre otras taras (físicas y mentales), sufro cierto grado de amusia. ¿Que qué es eso?  Que me encuentro entre esas personas que han nacido sin la capacidad de entender ni apreciar la música. No es que no me guste. Es que me suele dejar fría. Y me da una rabia enorme. Ya sé que os parecerá marciano, pero es así.

Para todo lo demás, soy una persona con las emociones a flor de piel. Bastante intensa -diría que demasiado- y todo me afecta. Desde el gesto o la imagen más cotidianas -una noticia, un gatito en Internet o un buen día de sol- a un diálogo cinematográfico bien dirigido e interpretado, las artes plásticas en todas sus expresiones y, por supuesto, la literatura. Mi gran pasión.

Pero la música, no. Y me gustaría. Vaya que sí. Me muero de envidia cuando veo la pasión que despierta en mi hijo y mi marido, y las conversaciones exaltadas sobre grupos, álbumes, artistas y conciertos entre ellos y mis sobrinos, por ejemplo (ambos músicos desde diferentes ángulos). Y, por supuesto, me encantaría disfrutar como ellos y tantos otros del placer que veo que experimentan cuando escuchan ese extraordinario lenguaje sonoro que hace disfrutar a millones de personas en todo el mundo y que es algo así como el quimérico idioma universal.

La música es PURA COMUNICACIÓN. Transmite emociones, mensajes, ideas, retos, rebeliones y hasta revoluciones. Mirad (o mejor, escuchad) los himnos, por ejemplo. O canciones que se han convertido en clamores sociales. ¿Y el amor? ¿Qué mejor forma de expresarlo que una  buena canción que, en pocas estrofas, apoyadas por la melodía, es capaz de expresar, mágicamente, lo que sientes y tú no eres capaz de explicar con tus palabras? Menos mal que para eso, también tengo la poesía.. (reflexión personal).

En fin, que me disperso en mis limitaciones. Hoy escribo de música con nombre de mujer. Y eso es, en sí mismo, un acontecimiento cuando nos referimos a la Clásica y, sobre todo a la dirección de orquestas. La mexicana Alondra de la Parra es una luz brillante en este mundo de hombres, en los que los nombres femeninos mas que escasos son una rareza. En todas las profesiones las maestras que abren camino son esenciales para las que vienen detrás.

Se acaba de hacer público que en 2017 será la directora musical de la Queensland Symphony Orchestra de Australia. Impresionante. Y con sólo 36 años. Qué no le deparará el futuro. Me produce una enorme admiración porque, además, transmite humildad y pasión. Nada de ese aire remilgado de algunos de sus colegas masculinos.

Alondra vive en la música desde los 7 años. Piano, chelo, composición… Licenciada en piano bajo la tutela Jeffrey Cohen, y en Maestría de dirección de orquesta con Kenneth Kiesler, en 2003 funda en Nueva York la Orquesta Filarmónica de las Américas, para promover y difundir las obras de jóvenes compositores y solistas latinoamericanos -absolutamente desconocidos entonces al otro lado de la frontera-  y educar a los niños de escuelas públicas del Bronx y de orquestas infantiles en México.

Por supuesto, de la Parra ha dirigido también muchas otras orquestas, tanto en su México natal como en otros países, incluida la que ahora va a dirigir de forma permanente al otro lado del mundo, en Australia, y con la que dice sentir una química especial.

Para alguien como yo, esta mujer representa algo inimaginable y casi misterioso. La música como esencia de una vida. Pero, desde la distancia de mi incapacidad, he de decir que, en realidad, representa lo que muchos querríamos. Vivir en y para lo que nos apasiona y que se nos valore por ello, como han podido hacer también otras afortunadas, en el campo que hayan elegido y en el que -seguro- se han tenido que partir la cara. Aportar algo al mundo y a las personas, que las haga disfrutar y un poco más felices, y ayudar a difundir tu pasión, desde tu corazón -y su batuta- hasta el último rincón del mundo.

Alondra, me das envidia. Suerte. Es la de muchas.

Hasta la próxima entrada.

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Las 4 caras de Ève, la Curie sin Nobel

Ève era una artista. Un «bicho raro» en la familia Curie, dedicada en cuerpo y alma a la ciencia, y laureada por ello. Sus padres y su hermana Irene fueron investigadores de reconocidísimo prestigio, todos ellos en el campo de la radioactividad.

Pero a ella, aunque tan brillante como los demás -incluso se graduó en ciencias por aquello de la tradición- la vida y la ilusión la llevaron por otros caminos, en los que también destacó y que disfrutó durante sus más de 100 años de vida.

  1. Fue pianista. Desde muy pequeña se sintió fascinada por la música clásica y fue una concertista precoz. Durante los años 20, recorrió algunas de las salas más prestigiosas con su música, demostrando una destreza notable. Qué envidia.
  2. Fue hija. Y el orden de esta relación no es aleatorio, porque este papel lo ejerció después del anterior. No había cumplido los 2 años cuando su padre murió en un accidente, y su madre se distanció de su dolor, y de paso de ella y de su hermana, refugiándose en sus trabajos de investigación. Más adelante, recuperaron su relación y el tiempo perdido. Madre e hija tuvieron una conexión especial, y estuvieron muy unidas, hasta la muerte de Marie, víctima de la leucemia provocada por la radioactividad, a la que consagró su vida y su trabajo, y que la hizo merecedora nada menos que el Premio Nobel (años después, también su hermana Irene recibió el galardón más importante del mundo. Vaya familia de genios)
  3. Fue periodista. Trabajó como reportera durante la II Guerra Mundial y, una vez finalizada la contienda, fundó y co-dirigió el Paris-Press, hasta 1949.
  4. Fue escritora. Su obra más alabada y recordada fue la biografía de su madre, publicada tras la muerte de éste y todo un best-seller en 1937. En ella, Ève humanizaba y transmitía amor y admiración por una de las mujeres más importantes de la Historia. Debió de ser un honor y un enorme peso ser la hija de Madame Curie.
  5. Fue filántropa… consorte. En realidad, no. Ella misma dirigió y gestionó la fundación que llevaba el nombre de su madre durante muchísimos años.  Pero también fue esposa de Henry Labouisse, embajador estadounidense en Grecia cuando se conocieron, y luego director ejecutivo de Unicef y el que recogió otro Premio Nobel, en esta ocasión el de la Paz, concedido a la organización en 1965.

Así que Ève siempre vivió rodeada de personas especiales, tanto como ella misma lo fue, desde un plano de discreción y humildad rebajado un grado respecto al resto. Ella era lista, era hermosa (por dentro y por fuera), era fuerte. Una Curie única. Fue Ève. Y durante tanto tiempo

Hasta la próxima entrada.

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Margarita o el Subinspector Pedrito

Durante mi brevísima etapa como «periodista de verdad», allá en el Sur, cubrí algunos sucesos. Y tengo que decir que me encantó. Junto con otros géneros, como la corresponsalía de guerra o el periodismos de investigación, son la cara romántica de la profesión y lo que inspira a muchos de nosotros a adentrarnos en los intrincados caminos de la pluma.

Además, y pensándolo un poco, los Sucesos tienen de las dos cosas. Permiten hacer trabajo de mesa muy interesante, recabando información, buscando fuentes no siempre muy dispuestas y haciendo llamadas a comisarías, juzgados y hospitales, tirando de «contactillos» y amistades que quieren -o les interesa- compartir información sobre lo escabroso.

Y luego (o, mejor dicho, antes) está la calle, sobre todo si hay escena del crimen de por medio. Llegar al «lugar de los hechos», con todo el lío montado de policías, forenses, ambulancias y cotillas. Intentar encontrar, entre todos ellos, alguien dispuesto a contar algo diferente a lo que le ha contado al compañero. Ese gusanillo que entra cuando ves alguna cara sorprendida o te das cuenta del nerviosismo de aquel agente o de ese otro tipo que guarda algo en una bolsita de pruebas, como las de las películas.

No soy una frívola (o puede que sí, pero no en este caso). Nada de esto significa que sea insensible al sufrimiento -a veces, tragedia- a la violencia o a la sangre. Es otra cosa. Es la adrenalina que va emparejada, sin remedio, con la curiosidad y el ansia de descubrir (más allá todavía que el deseo de saber ) que se apodera de mí desde pequeña.

Es una mezcla perfecta entre labor detectivesca y reporterismo, en la que, además, está permitido enriquecer la prosa con ciertas dosis de dramatismo. Redondo.

Y es ahí donde voy. A El Caso. La nueva serie de TVE nos recuerda esa gran publicación, un clásico de la prensa española en medio de la dictadura franquista, en la que, entre sangre, violaciones y asesinos, se hizo parte del mejor periodismo de aquellos años infames para este oficio. A pesar de que intentaron cerrarlo varias veces, El Caso sobrevivió y venció a la censura previa en la mayoría de las ocasiones. Unas veces por la valentía de su fundador y director, Eugenio Suárez, otras por contactos en las altas esferas y la mayoría de las veces, por pura suerte. La censura estaba demasiado ocupada tapando tetas y vigilando soflamas comunistas para darse cuenta de lo libre que era esa prensa. Menos mal.

Y si algún redactor representa la naturaleza  misma de El Caso es Margarita Landi, o el «Subinspector Pedrito» si lo preferís, el apodo que utilizaba para integrarse en los equipos policiales, interrogatorios y escenas de crímenes. Hasta iba armada.

Margarita, de estirpe de periodistas y viuda joven (desde los 28 años en la España de los años 50, que no es «moco de pavo»), era todo un personaje. Yo, por mi edad, la recuerdo muy bien (incluso recuerdo El Caso, aunque no es sus mejores tiempos) y no puedo evitar una sonrisa cuando pienso en su pose (ahora lo llamaríamos «postureo»): pelo cardado, elegante y un poco masculina en su estilo y, por encima de todo, su pipa humeante, siempre en si mano.

Ella es otra de las maestras del periodismo español, sin duda. Lo que la diferencia es su especialidad, que desarrolló también en otros medios, tras el cierre de El Caso, donde trabajó desde 1954. Aunque empezó estudiando enfermería (no le sirvió de nada porque era un título republicano y no se aceptó), luego se decidió por el Derecho y la criminología, que aplicó a su trabajo de una forma minuciosa, que le supuso el respeto no sólo de sus compañeros, sino de policías y jueces, aunque a veces, éstos, la temían «como a un nublao».

Margarita Landi, en plenos años 50 y 60, recorría Madrid a toda pastilla en su descapotable y se codeaba con los más granado de la sociedad española de la época, al mismo tiempo que trataba también a criminales de toda calaña, tan valiosos como fuente como los primeros.

Landi era única. Seria y cortante, sabía transmitir la relevancia de su trabajo,  en medio de tanto titular tremendista (porque eso era gustaba a los lectores, claro que sí), y estuvo involucrada en la resolución y difusión de los principales crímenes de aquellos años, para deleite semanal de los españoles que disfrutaban, «a solas o en compañía de otros» de los procelosos y llenos de detalles morbosos artículos de aquella maravilla que era El Caso.

Gracias, Margarita y Cía.

Hasta la próxima entrada.

 

 

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La verdad es nuestro trabajo

No conocía bien la historia hasta que vi la película, y sigo en shock. Sé que genera controversia, según quien la cuente, pero yo tiendo a creer la versión de la cinta, por periodista y por «liberal», como llaman en los EE.UU. a los de ideas progresistas.

En todo caso, lo que me ha impresionado más es la sucesión de acontecimientos que se produjo en este caso, en una prestigiosa cadena, con informativos respetados y en»60 Minutos», uno de los programas míticos y referente para todo periodista, en cualquier parte del mundo.

Acababan de triunfar con un reportaje sobre Abu Ghraib que mereció nada menos que un Peabody unos meses después, ya caído todo el equipo en desgracia y fuera de la cadena.

Y entonces se complicó todo. Unos documentos dudosos tiraron por tierra una historia claramente probada, la de que el entonces Presidente George W. Bush se había «escaqueado» de ir a la Guerra del Vietnam, por un chanchullo de niño rico enchufado en la Guardia Nacional, de cuyos entrenamientos y actividades apenas llegó a formar parte.

Mary y el famosísimo presentador Dan Rather capitanearon un equipo muy poco ortodoxo que investigó durante semanas y que se precipitó un poco en la emisión, es verdad. No había hueco en el resto del mes y apostaron por la primer opción, para que nadie les pisara el «notición».

Los conocidos como «documentos de Killian», parte de las evidencias de la historia,  se cuestionaron casi de inmediato, y a pesar de las pruebas que el equipo puso sobre la mesa e incluso emitió, la cosa se fue al garete y, con ella, el equipo entero, que acabó en la calle. Todos despedidos, excepto Dan, al que le permitieron «dimitir» en antena y salir ligeramente más airoso, aunque no mucho.

Se trató de una secuencia de hechos que, si no fuera porque fueron patéticos, serían hilarantes. Fue el principio del fin de las noticias bien hechas en televisión. Cuando el negocio barrió por fin al periodismo, lo único se había mantenido más o menos limpio de aquellos intereses hasta entonces.

Y ahí acabó todo. Con una pantomima de comisión de investigación interna que tenía como propósito claro la condena de Mary, que fue el chivo expiatorio, aunque otros tampoco se libraron, aunque no la apoyaran e intentaran salvar su «culo» en la cadena. Todo por evitar el escándalo en año electoral y para que la reelección no corriera peligro.

Y así fue. Mary, deprimida y vapuleada, nunca volvió a trabajar en televisión. Dan se retiró del gran mundo y pasó a una pequeña cadena. Y Bush renovó la presidencia en un nuevo mandato: «¡Cuatro años más!».  Y todos felices. Algunos todos, claro.

¿Y cuál era la verdad? Qué importa. Y ya sabemos todos lo que pasó en aquellos 4 años de Bush. ¿Qué hubiera pasado si el escándalo hubiera calado y el resultado de las elecciones presidenciales de 2004 hubiera sido otro? Quién sabe…

Mary, al igual que otras maestras, de allí y de aquí, solo hacía quería hacer su trabajo. Y no pudo, después de aquello.

Hasta la próxima entrada.

 

 

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Scout ha muerto

«¿Sabes lo que es transigir?» Le pregunta el bueno de Atticus a su pequeña de 6 años, que llora porque no quiere volver al colegio después de un primer día descorazonador. Qué gran pregunta, más en estos tiempos de negociaciones y pactos. Aunque no siempre es posible hacer concesiones, es una buena lección, sin duda.

Harper Lee murió hace unos días.  Su única obra (no voy a admitir a «la otra»  como una novela rematada por la escritora. Sólo se publicó cuando ella ya no podía oponerse),  Matar un Ruiseñor, ha emocionado a millones de personas de todo el mundo desde su publicación.

La historia de Scout, su protagonista (inspirada en ella misma), su hermano Jem y su amigo Dill (el alter-ego de Truman Capote, su gran amigo desde la infancia) lo tiene todo y no ha envejecido nada, como suele ocurrirles a las buenas historias. Conmovedora, divertida, reflexiva y maravillosamente bien escrita y traducida (la mayoría de las veces).

Atticus es uno de mis héroes desde que vi la película y -años después- leí el libro. Un gran padre, un hombre bondadoso, querido y respetado por su comunidad, pero capaz de enfrentarse a ella y a sus prejuicios por defender lo que es justo y a un inocente. El pobre Tom, un buen hombre negro, acusado falsamente de violar a una mujer blanca, no merecía ser condenado. Atticus luchó por su absolución, aunque le sirvió de poco en la sociedad racista de Alabama de mediados del siglo pasado. Que el actor que lo interpretó en la gran pantalla fuera Gregory Peck contribuyó bastante a esa admiración que muchos sentimos por el personaje, lleno de razón y sabiduría.

Con los años, sin embargo, es el personaje de Boo el que ha ido creciendo en mi lista de favoritos. Un hombre huraño y temido por los prejuicios adultos. Un ser solitario y triste escondido en su casa, el objetivo de las aventuras de los 3 pequeños durante los largos y calurosos veranos del Sur. Boo quiere a los niños, les hace pequeños regalos y los defiende de la brutalidad de la ignorancia. Enternecedor y admirable. Un pequeño-gran animal indefenso, que solo quiere que lo quieran, y no hace mal a a nadie. Fuerte y débil a la vez.

Y esos niños, que no entienden nada y saben más que la mayoría. Scout, desactivando a la turba racista que quiere hacer daño a su padre, Jem, que no acepta lo que pasa, Dill y su desbordante imaginación y, por lo que se intuye, una vida triste en la ciudad.

Juzgados y casas solitarias, juegos y peleas, conversaciones y disturbios. Y mucho que pensar. Sobre el racismo y su sinrazón, sobre la pobreza y la soledad. Sobre los hombres y los niños. Sobre la vida y sus miserias. Sobre el amor y los odios. Sobre el abuso y la debilidad.

Un canto a la buena voluntad y a la inocencia. Un grito contra la crueldad, porque «Matar ruiseñores, que sólo cantan y no hacen daño, es un acto malvado».

Hay autores que se desfondan en una sola obra, única. La historia que tienen que contar y que sacan de tan dentro que trasciende lo que son. Este es el caso de Harper Lee y su maravillosa Scout.

Hasta la próxima entrada.