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Las mujeres de mi vida. Más de 10

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Estoy completamente convencida de que la amistad es una de las cosas más importantes de la vida, y sin ella no sé si ésta tendría mucho sentido. Además, cuanto mayor me hago, mas valoro esa relación única que tengo con un puñado de otras mujeres.

Es verdad que es un sentimiento (entre mujeres y en general) muy complejo, uno de los aspectos menos simples de la vida, pero también uno de los más «sanadores».

Soy muy afortunada y estoy rodeada de amigas. En un torpe ejercicio de agrupamiento, os las presento:

  1. El grupo. Ese equipo indisoluble con nombre moñas y cuyo humor solo entendemos nosotras. Siempre están ahí, para reír o para llorar juntas. Cada una «de su padre y de su madre», pero una combinación perfecta de comprensión, sinceridad, complicidad y amor. Somos seis, con nuestros apodos y nuestras bromas privadas. Si pienso en ellas, sonrío. Gracias, chicas. Por todo. Y, especialmente, por aguantarme. Next station: Sevilla.
  2. La (prácticamente una) hermana. La mía vive lejos, en el Sur. Pero es como si siempre estuviera con nosotros. Digo bien, «con nosotros», porque es miembro de (toda) la familia. Desde hace ahora justo 25 años. Nos conocimos en un aseo de señoras en noviembre de 1991. Y hasta hoy. Siempre conmigo. Y yo con ella. En lo bueno y en lo malo. Embarazos, bodas, fallecimientos, enfermedad… Todo lo que conforma la vida. «Los suyos» son míos. Y al contrario. Para siempre.
  3. La hermana de verdad. Para mí, hermana-madre. Ha sido (y es) mi referente en la vida. Y yo, una pesada, contándole todos mis miedos. Cuento con mi hermana para todo lo importante. Espero que sepa que estoy siempre, para lo que quiera. Yo no sería lo que soy ni como soy sin ella. Me ha salvado. Muchas veces.
  4. La de la infancia. De ésas, no me quedan. No he sabido o no he podido conservarlas. La  amistad más antigua que tengo es de cuando las dos teníamos 17 años. Así que entra en este apartado. Porque, en realidad, éramos casi unas niñas. Aunque entonces creyéramos que lo sabíamos todo. Fue -y es- una gran amiga. Me apoyó en momentos duros, siempre desde la serenidad. Tengo suerte de seguir teniéndola , aunque se haya ido lejos, en busca de una nueva vida. Porque, además de buena, es muy valiente.
  5. Las sorpresas. En mi caso, son mi suegra y mi cuñada.  Con la mala fama que tienen, a mí me tocó la lotería. La madre de Pablo es una gran mujer. Una madre estupenda, una trabajadora incansable y una emprendedora por naturaleza, que ha afrontado muchos retos, de los que siempre ha salido airosa, y con una sonrisa. Me quiere y yo a ella. En muchas ocasiones, me ha dado lo que no tuve de niña. Sus hijos la adoran. Y no me extraña. Yo también.  Mi cuñada, su hija, es también una mujer extraordinaria, aunque ella no se lo cree, aunque los que la queremos insistamos en decírselo. Es buena, generosa y sensible. Hemos sufrido y disfrutado mucho durante estos 25 años. Es mucho más que la hermana de mi marido. Es mi amiga. Una de las mejores.
  6. La de carambola, que resultó ser una presencia constante y esencial en tu vida. Coincides en un trabajo, y resulta que le presentas a un amigo. Y van,  y se casan. Desde entonces, una vida. La suya y la nuestra, siempre en contacto. Sobre todo gracias a ella, que, esté donde esté, siempre encuentra un momento para llamar, para juntarnos. Y, pase el tiempo que pase, es como si no pasara el tiempo. Es una amistad fuerte. De cuatro que se quieren.
  7. La que perdiste y aún te lo reprochas. Porque fue por algo estúpido, visto desde ahora. Porque ella era una persona muy importante, con la que compartí momentos clave de una época única de mi vida. Porque ella y yo éramos un equipo. Y nos lo cargamos. Solo le deseo lo mejor, aunque sea lejos.
  8. Mi conciencia. Cómo me conoce. Y, sin embargo, me quiere. Tantos años codo con codo… Me riñe, me defiende, me ayuda. Nos respetamos y nos queremos. Sin estridencias. Sencillamente. La necesito.
  9. Los «descubrimientos». Crees que ya lo tienes todo «armado» y, de repente, encuentras a alguien que llama tu atención. Mujeres que brillan y te hacen pensar que merece la pena conocerlas. Fuertes, divertidas, luchadoras, listas… Y son muchas. Más cerca de lo que crees. De todas las edades. Algunas llevan años delante de tus narices y, de pronto, las ves. Apasionante.
  10. La hija. Esta es una categoría especial y única. Cuando me di cuenta de que es una mujer (y estupenda) que tiene preocupaciones de mujer, sentí una mezcla de emoción y tristeza (ésta, al confirmar que no había conseguido salvarla de nuestros miedos y obsesiones). Pero, por encima de todo, lo que siento al mirarla, es orgullo. De lo que es, de lo que sé que va a ser y, por qué no decirlo, del vínculo que hemos construido. Muchas veces, cuando lo pienso, sigue sorprendiéndome lo que me cuenta, la confianza que tiene en mí y la admiración que intuyo en su mirada y en sus palabras. No sé si lo merezco, pero me encanta. Espero saber conservarlo. Y que nuestro amor incondicional siga creciendo.

Mónica, Ana, Eli, Belén, Carol, Hermi, Susy, Yolanda, Rosa, Pepi, Araceli, Eva, Marisa, Patricia,  mi querida Elena… y todas las demás: Mi red de mujeres. Me hacéis fuerte, libre y segura . Gracias.

Hasta la próxima entrada.

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