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Disparar con el corazón

Joana Biarnés fue la primera mujer que se definió oficialmente como reportera gráfica, lo que hoy llamamos fotoperiodista. Hija de un fotógrafo profesional dedicado a la fotografía deportiva, aprendió de él las bases del oficio y lo acompañó en los primeros años de su carrera, en Barcelona, donde nació y estudió – en la Escuela de Periodismo de la Ciudad Condal -.

Al principio tuvo dificultades para trabajar debido a su condición de mujer, algo especialmente difícil  en un mundo -el del deporte- que incluso hoy tiene tintes misóginos.  Imaginaos entonces.

Desde 1962 trabajó en Pueblo, tras venderles un reportaje titulado Cenicienta de pueblo, que encantó a Emilio Romero, que la contrató como fotógrafa de la edición madrileña del diario.

Y ahí empezó todo. Bearnés hizo fotografías de las grandes estrellas  de la música y el cine de la época. Es famoso su reportaje de The Beatles durante su visita a España.  Logró entrar en la habitación de su hotel en Barcelona, donde tuvo una sesión de nada menos que 3 horas con los integrantes del grupo de Liverpool. ¿Y sabéis qué pasó con aquellas fotos únicas? Pues que se las regaló a la revista Ondas, tras la negativa de Pueblo a publicarlas porque «solo tenían que cubrir la visita del grupo a Madrid» como única – e incomprensible- explicación.

Utilizó algunas argucias para conseguir sus propósitos. Se hizo pasar por la secretaria del bailarín Antonio para conseguir un reportaje de Rudolf Nureyev, y por la mujer de José Luis Navas para concertar una cita con Roman Polanski, con paella incluida. También fotografió a Pepa Flores, Sebastián Palomo Linares, Lucía Bosé, Serrat, Audrey Hepburn, El Cordobés y muchas otras figuras nacioales e internacionales de la época, como Sara Montiel, Sammy Davis Jr., Tom Jones o Cayetana de Alba.  Acompañó a Massiel a París a comprar su famoso vestido de Eurovisión y durante muchos años fue la fotógrafa de Raphael.

También cubrió historias como las inundaciones de Tarrasa de 1965 y, además de en Pueblo, trabajó en ABC, fichada por el propio Ansón.  Creó, con otros compañeros, la agencia Sincropress.

Pero en 1885 decidió dejar el periodismo fotográfico. No le gustaba el tono que tomaba la la llamada prensa rosa (ahora le saldrían sarpullidos, creo yo) y decidió cambiar de vida y dedicarse a su otra pasión: la cocina. En Ibiza abrió el restaurante cana Joana, que durante muchos años fue considerado uno de los mejores de las Illes Baleares y que también cerró unos años después. Murió en Barcelona el año pasado, a los 83 años.

Una profesional muy interesante, con una trayectoria espectacular y unas vivencias únicas. El vídeo embebido en este post (de la colección Imprescindibles de RTVE) es muy recomendable para ampliar información sobre ella y su trabajo, así como el libro Disparando con el Corazón que presentó en Madrid un año antes de su muerte.

Animo con entusiasmo a leer, saber y compartir más sobre esta y todas las mujeres que marcaron una época difícil de nuestro país, superando los obstáculos de la dictadura y la falsa moral de la época. Sacarlas a la luz (o rescatarlas de la oscuridad, según el caso) es casi un deber para las que tuvimos la suerte de nacer tras ellas, a las que tanto debemos.

Hasta la próxima entrada.

 

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Violeta es la flor de los humildes

A veces, ser la primera es una condena al olvido. La Historia suele recordar a las que acaban y consiguen y no tanto a las que arrancan.

Una de estas pioneras fue Consuelo Álvarez Pool, barcelonesa que vivió a caballo entre dos siglos que cambiaron el mundo y, sobre todo, la vida de las mujeres. Nació en el XIX, hija de padre profesor y con la suerte de recibir una educación que pocas tenían en aquellos años oscuros. La muerte temprana de tan excepcional varón para la época le cambió la vida a aquella inquieta chica de 17 años que quiso ser telegrafista pero que tuvo que casarse, sin amor y sin ilusión, con un mecánico de una fábrica de armas que se la llevó a Trubia, donde Consuelo aprendió para siempre de la diferencia de clases, de la humillación de los que tienen menos y, sobre todo, de sus esposas, incultas y destinadas solo a parir. Como ella misma, con dos hijos vivos y sanos y dos que perdió demasiado pronto.

A partir de ahí, empezó a ser la primera en muchas cosas. Dejó a su marido, al que no amaba, y se levó a sus hijos con ella. Primero a Oviedo y luego a Madrid, donde por fin logró su puesto de Telegrafista. Y empezó a escribir cuentos y artículos en El País de aquella época, el de Antonio Catena, donde firmaron también Galdós, Joaquín Costa, los hermanos Machado y hasta Valle-Inclán. Colaboró también en la Conciencia Libre, esa excepcional publicación feminista que promovía el valor de la mujer culta y librepensadora. Fue amiga de Carmen de Burgos y de Clara Campoamor. Y una de las primeras Jefas de Prensa de España, cuando se creó tal área en Correos y Telégrafos en 1915.

Le dio tiempo a todo. Fue esposa y madre trabajadora. Telegrafista, junto a su hija Esther, que aprobó las oposiciones el mismo año que ella. Periodista, con el seudónimo de Violeta, la flor de los humildes. Y feminista. Y republicana. Hasta se presentó a las Elecciones de 1931, aunque no consiguió su escaño.

Tuvo una larguísima vida, excepcional en las mujeres de su tiempo, cuando la edad media estaba en torno a los 40 años.  Llegó a los 91, así que le dio tiempo a ver la vuelta de la oscuridad de los años oscuros del Franquismo, donde la mujer perdió todo lo ganado, con tanto esfuerzo de tantas. Una Dama Roja a la que los vencedores no se atrevieron a encarcelar por avanzada edad cuando acabó la Guerra Civil, pero a la que condenaron a volver a ser un «Ángel del Hogar», aquello que siempre odió y contra lo que siempre luchó, para ella y para las demás.

El de Consuelo Álvarez Pool, una mujer bilingüe, culta y valiente, es uno de esos nombres que debemos gritar, como ha hecho en su libro Victoria Crespo, una de aquellas a las que les debemos tanto, como a todas las que intentaron sacarnos de las cocinas para abrirnos las puertas de las aulas y las páginas de los libros. Las que se atrevieron a levantar su voz y su brazo para exigir lo que es nuestro. Esas que se arriesgaron por nosotras y a las que les debemos todo. «Por las que fueron somos. Por las que somos serán«. Así que es nuestro deber seguir haciendo lo que esté en nuestras manos para no dar ni un paso atrás de nuevo, como el retroceso que ella tuvo que vivir tras luchar durante décadas. Murió en 1959, de vuelta al siglo XIX del que había intentado salir y sacar a todas las mujeres.

Hasta la próxima entrada.

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Casi un año después

Hola:

Ha pasado casi un año desde la última entrada (no os voy a contar mis penas, ni mi desgana, ni el resto de las razones que lo explican) y hoy me he levantado con ganas de volver a escribir y con el (espero) firme propósito de retomar la rutina de seguir haciéndolo.  Me gusta y me ayuda. No quiero que se me olvide.

En estos 11 meses, en lo que se refiere a las mujeres, a la comunicación y al movimiento feminista han pasado muchísimas cosas. Os confieso que mi estado de ánimo, en este punto, oscila entre la esperanza y el miedo (a que sea algo pasajero, a que se aproveche como una moda y, por lo tanto, se desvirtúe. A que haya enfrentamientos estúpidos que nos hagan perder las razones…).  Suelo apostar por lo primero, para no perder este valiosísimo impulso, en el que no podemos dar ni un paso atrás.

Durante este tiempo, yo he sido más bien una observadora y una «animadora» de otras mujeres, de todas las edades que se ha levantado. De hecho, algunas compañeras que, hasta hace bien poco, han sido tímidas, se han quitado los complejos y se declaran, por fin, feministas. Solo por eso, ya merece la pena.

Así que esta mini-entrada de hoy es, simplemente, para deciros -de nuevo- hola y para citar a algunas de las mujeres a las que observo y animo. A las que también admiro y, sobre todo, a las que me encanta escuchar y con las que quiero seguir conversando. Algunas son amigas desde hace tiempo, a otras las he conocido en los eventos y charlas a los que acudo profesional o personalmente. A algunas solo las he leído o visto en redes sociales y en medios. Da igual. Son un buen grupo. Aquí os menciono a algunas, por si os animáis a conversar con ellas también.

  1. Virginia Galvín. Mi amiga del colegio. Durante muchos años, subdirectora de VF. Hasta que Conde Nast empezó a sustituir a las profesionales de más de 40 años, como si eso fuera un defecto o una tara profesional. Ella sigue al pie del cañón y cada vez más implicada en la causa de las mujeres. Su #ProyectoMujer ya es una preciosa realidad. Lo podéis disfrutar en http://www.virginiagalvin.com. También es escritora. Ahora tiene entre manos una novela.
  2. Alicia Gutiérrez. También es mi amiga, desde los maravillosos tiempos de Sevilla. Reencontrada y recuperada hace dos o tres años. Una PERIODISTA, con todas las letras. Escribe en Infolibre y, hasta que lo han cancelado, ha participado en la tertulia de Las Mañana de Cuatro.
  3. Ana Pardo de Vera. La directora de Público, una de las pocas mujeres que dirigen medios de comunicación en España Es amiga de una amiga. Y así la conocí. Tuve el honor de contar con ella (y con Virginia, Marta Reyero y Sonsoles Ónega) en una charla más que interesante que organizamos hace un par de años.  Con su acento gallego, dice verdades como puños (y como puñales). Últimamente, la «frecuento» mucho.  Parece que nos interesan los mismos temas: Nosotras, nuestros derechos y el papel que el periodismo hecho (y dirigido) por mujeres puede tener en esta lucha a la que tanto el falta todavía.
  4. Ana Bernal-Triviño. A ella la conozco solo por Twitter y por sus artículos, sobre todo en eldiario.es y El Periódico. Hace poco, la escuché en la Jornada #UOCAlumni2018 y me encantó la vehemencia que ya había intuido. Os recomiendo que lo la perdáis de vista.
  5. Cristina Fallarás. Me declaro ferviente admiradora. De su desvergüenza, de su pasión, de su convicción, de su capacidad para explicarlo todo lanzándolo a nuestras caras. Ella también estaba en la mesa redonda de la UOC (con las dos Anas) y arrolló con sus palabras y con el lenguaje que expresaba todo su cuerpo. Ahora es parte del Consejo de RTVE y dice que la insultan y la amenazan (a ella y a su familia) incluso más gravemente que antes. En Twitter y -lo que es mucho peor- por la calle. Solo a ella.  Por ser mujer.  Su #cuéntalo dio voz a más de dos millones de mujeres en todo el mundo que compartimos nuestras experiencias de acoso , agresiones, violaciones y otras violencias machistas.

Y hay muchas más, sobre las que probablemente hablaré otro día. Y también seguiré escribiendo sobre otras mujeres y sus aportaciones al mundo. Mujeres invisibilizadas durante años, décadas e incluso siglos y que no me da la gana de que,  en la medida en que yo pueda evitarlo, sigan así.

Porque, más allá de nombres propios, he de deciros que lo que más me gusta de lo que ha pasado en este tiempo es la fuerza de la sororidad, de la unidad entre nosotras.  Apoyarnos, colaborar. No juzgarnos unas a otras ni prejuzgar lo que hacemos.  Luchar (sí, esto es una guerra. Contra la desigualdad) juntas. Contra la sentencia de La Manada, contra la desigualdad salarial, contra la precariedad profesional, contra la violencia, contra tantas cosas… Eso sí que me entusiasma. Me emociona y me da fuerzas. Gracias, compañeras.

Hasta la próxima entrada.

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7 razones para tener a esta rubia en tu vida

No es Marilyn, ni Cameron Díaz, ni Paltrow, ni Witherspoon, ni Edurne… Ni falta que le hace. Esta rubia no es peligrosa, pero vale más que todas ésas juntas y un puñado más. Inma, que así se llama esta mujer única, es uno de esos descubrimientos que haces en la vida, como sin querer, de los que nunca quieres desprenderte. Un cruce casual en un trabajo que no llegamos a compartir, fue el principio de «una hermosa amistad» como dijo aquel gendarme inolvidable a un inolvidale Rick.

Y ahora se va, a empezar una vida que se merece y que ya le tocaba. A una nueva vida en la que sus nuevos compañeros no saben la suerte que han tenido, a hacer, en parte, lo que le gusta hacer. Otra de nuestras pasiones en común: escribir.

Sé que es Ley de Vida. Sé que es para mejor. Sé que no estará muy lejos. Pero se va y yo me resisto. Como diría otra rubia de la que soy fan, ella #seestáhaciendoilusionesyleestánquedandopreciosas. Y se van a cumplir, pero nosotros nos quedamos un poco flojos sin ella. Flojos de ánimo y flojos de calidad. Sin ella y sin todas esas cosas que trae «de serie», cada mañana, muy temprano, desde Getafe a nuestro trocito de mundo en Madrid.

  1. Tan pequeña y tan grande. Si tuviera que definir a Inma diría que es»La más grande» como aquella otra, pero guardada en un cuerpo muy pequeño, aunque lleno de empatía, amor propio, esfuerzo, apoyo, compañerismo y con una sonrisa enorme, que últimamente echamos algo de menos.
  2. Ella, yo y la hipocondria. Ahora nos deja solas a esa hija de puta y a mí. ¿Quién va a entender mi locura a partir de mañana?¿Con quién voy a compartir los miedos, la angustia, la vergüenza y hasta el ridículo que acompaña a las que somos así, y se nos va la cabeza? La gran C nuestro anatema y nadie como nosotras mismas para reírnos de los numeritos que montamos o imaginamos y que tienen impresionada a la Comunidad Sanitaria española.
  3. Esa pluma, que le encanta utilizar. Nuestros debates sobre si esto se escribe así, si la Fundeu dice esto o aquello. Nuestra indignación contra la RAE que con la aceptación de almóndiga acabó para nosotras y perdió nuestro respeto para siempre, aunque ahora se empeñe en desmentirlo. Ella siempre utiliza el término exacto, tiene la medida justa y la estructura adecuada. Es una de esas pocas personas que mantiene mi fe gramatical y ortográfica en la Humanidad. Nuestro querido Blog ha sido una forma de canalizar ese picor de dedos que se siente cuando TIENES que escribir.
  4. Y ese olfato… para la noticia. Sus horas de hacer la cena en casa han sido fuente inagotable de inspiración para identificar oportunidades de perchas para nuestro equipo, siempre atenta a la actualidad y a la relevancia de cada tema, su recorrido, el mejor enfoque y la forma correcta de proponerlo al medio o al periodista indicado. ¿Qué mas se puede pedir?¿Qué vamos a hacer sin ella?
  5. Amor por el periodismo. En esto se resumen los dos puntos anteriores. Eso también nos une. La nostalgia por el trabajo de calle y al pie del cañón, en los medios, antes de pasar al «Lado Oscuro» de la profesión. Lo peor es haberlo vivido y saber lo divertido que es. Somos periodistas de corazón, pero la vida nos ha llevado por otros derroteros, en los que hemos intentado hacer algún pinito, para que la morriña no se convierta en absoluta frustración. Por eso, las dos y un par de locas más nos lanzamos a un proyecto maravilloso, a punto de cumplir ya tres años, en el que hemos volcado mucha ilusión y todas las ganas del mundo, y que nos ha dado tantas alegrías. Gracias, cielo, sin ti no sé si habría sido posible. O, por lo menos, no habría sido igual
  6. Los años que vivimos peligrosamente con un cliente tremendo que marca para siempre. Momentos surrealistas, situaciones increíbles, encuentros sin sentido… Y tanto trabajo. Aprendimos mucho, aunque a bofetadas. Eso sí, una experiencia como esa, une para siempre. Ella dominaba el trabajo, tenía todo en la cabeza, pero nunca llegó a entender ni a aceptar que aquello fuera así. Es normal. Un alma buena, sabia y sincera no encuentra sentido a algo como aquello. Una condena de más de diez años de la que nos libramos, por fin.
  7. Un himno que huele a cerveza es parte de lo que nos deja como legado. Todo un símbolo de nuestra historia reciente y de nuestras vivencias. Un manifiesto y una declaración de intenciones que, al menos de momento, hemos conseguido mantener, echándonos una mano. Seguir aquí, con la cabeza alta y sin rendirnos. Nada menos. Ole mi rubia.

Y podría seguir, pero me pongo triste. Lo peor de todo esto es no haber sabido mostrar a todos lo que es Inma. Su valor, su talento, su ilusión, sus capacidades únicas y, sobre todo, ELLA.

Yo sí lo vi. Y muchos otros también. Es tan grande en ese cuerpo tan pequeño…

¡A por ellos, rubia! Déjalos impresionados. A nosotros nos dejas un poco solos. No te vayas del todo.

Hasta la próxima entrada.

 

 

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Machismo venial (o la Teoría del Total)

Sí,  venial. Como esos pecados que cuando éramos niños nos decían, en Catequesis, que no eran tan importantes. Pecadillos que con un par de Padrenuestros y tres Avemarías de penitencia estaban olvidados. También podríamos llamarlo, como ya ha hecho alguno de cuyo nombre no tengo ningún interés en acordarme, “machismo leve”, como si de una tipología de delito se tratara.  A este paso, como las plumas neomachistas se nos animen, va a acabar por ser, simplemente, una Falta.

A mí me gusta llamar a este movimiento creciente la Teoría del “Total”.  Suele argumentarse así, quitándole importancia a esos gestos, acciones o comentarios que consideran inofensivos: “Total, por una canción…”, “Total, por un piropo…”, “Total, por un chiste”, “Total, por un vestido”. Y nos llaman histéricas, feminazis y cosas peores a las que alertamos sobre lo que influye todo eso en que en esta sociedad, en pleno S.XXI, nuestros hijos sigan creyendo que quien te controla te quiere más, que los celos son también una prueba de amor. Las niñas siguen teniendo miedo a ir solas por la calle y las mujeres somos violadas y asesinadas todos los días simplemente por serlo.

En ese grupo de nuevos machistas quejumbrosos se encuentran hombres y nombres conocidos de la literatura y el periodismo, algunos de ellos sorprendentemente jóvenes. Tuve que leer dos veces la fecha de nacimiento de aquel que tituló una columna con un “Ablación textil”  y se quedó tan ancho. Se refería así  a lo que, según él,  le hacían a Cristina Pedroche las que cuestionaban  su cosificación en Nochevieja.  Si no fuera porque es una broma macabra, tal vez me reiría.  O no.

Pues nada, hombres. Sigamos así. Que nadie se moleste si un profesor comenta, chistoso, “me pongo con las chicas, que son más guapas” o si una JEFA incluye un hombre en un equipo (Da igual quién. Lo que importante es que tenga pene)  porque el cliente es muy “tradicional” o el sector muy masculino. Continuemos aguantando comentarios sobre nuestra apariencia en reuniones de trabajo, e interrupciones sin consecuencias cuando somos nosotras las que tenemos la palabra.

Los adeptos a la Teoría del Total esgrimen, con enorme agudeza, que los que componen esas canciones, los que opinan sobre tu aspecto sin pedirles opinión, los que “animan” a llevar tacones a las empleadas de su empresa y los que escriben artículos sobre el peinado y la manicura de Vicepresidenta del Gobierno después del verano o sobre la relevancia de la relación sentimental de lrene Montero (la “Yoko-Ono de Podemos”) con Pablo Iglesias solo están ejerciendo su Libertad de Expresión. Que ellos no violan, ni agreden ni asesinan mujeres, que son los actos de lo ellos que deben de considerar, supongo, Machismo Grave (porque Mortal, como los peores pecados, sin duda lo es).

Y es que, según dicen muchos de estos señores, muy leídos y muy modernos ellos – y algunos muy jóvenes, insisto-, las que critican y alertan públicamente sobre todo esto, como Barbijaputa, Yolanda Domínguez o, hace apenas unos días, las musicóloga Laura Viñuela son (somos) “monjas posmodernas” o ”máquinas censoras”. Y consideran, muy seriamente y desde su “viril distancia”,  que lo que nos pasa es que nos morimos de envidia por la belleza de las guapas, que no es igualitaria, sino una lotería que, por supuesto, no nos ha tocado. Que quitarle a una mujer su capacidad de seducción – que no sé muy bien lo que es ni quién pretende quitarnos ese preciado don- es “matarlas”. No, amigos, no. Matarnos es otra cosa.

Y es que, no sé si lo sabían ya, estos sabios aceptan que el feminismo es necesario, pero tiene que ser el que a ellos les gusta –elegante, sereno, discreto y, supongo, más femenino-. Y todas las demás que, ejerciendo también nuestra Libertad de Expresión, nos rebelamos ante estas semillas del mal, somos putas, feas, gordas y, por supuesto, estamos  muy mal folladas.

Total, por un insulto…

Hasta la próxima entrada.

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Son 3 feministas y 1 «feministo»

Podría empezar esta entrada compartiendo, por enésima vez, el significado real del término FEMINISMO o FEMINISTA según la RAE o la Fundeu, pero no lo voy a hacer. Quien quiera malinterpretarlo y retorcerlo, lo hará de todas formas y quien quiera torpedearlo, también. Estoy cansada de intentar explicar a mucha más gente de la que cabría temer, que el feminismo es un movimiento de reivindicación, que lucha por la Justicia – sí, con mayúscula – para la mitad de la población de este mundo por el hecho de tener vagina y tetas, en lugar de pene.

Puede que otro día lo vuelva a intentar, pero esta vez voy a escribir de las que lo tienen muy claro.Os traigo aquí a tres mujeres españolas, feministas y jóvenes.

Sinceramente, he de deciros que estoy preocupada porque detecto un importante retroceso en la conciencia de las mujeres en cuanto la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades por las que ya llevamos luchando décadas. Sé de algunas que se retorcería en sus tumbas si contemplara el fundamentalismo de la maternidad que vuelve a encadenarnos, por ejemplo, capitaneado por mujeres con la Verdad Absoluta (pocas cosas hay más peligrosas que eso).

Por si alguno de los que lean esta líneas tiene la tentación de recurrir al argumento tan manido de que el feminismo no tiene sentido en el «Mundo desarrollado», en el que ya somos iguales, solo quiero recordar el reciente estudio de FEDAE  en el que se volvía a poner sobre la mesa la tremenda realidad de que en nuestro país, las mujeres seguimos cobrando un 20 % menos que los hombres. Y ¿Sabéis en qué, sobre todo? En la parte variable del sueldo, ésa que depende de criterios subjetivos de los jefes. De ahí que es urgente que las cuotas de mujeres en las directivas de las empresas sean una práctica a implantar en las empresas, según reivindican muchos expertos y expertas. Y, apenas dos días después, el Foro Económico Mundial se descolgó con que la igualdad salarial entre hombres y mujeres, si seguimos a este ritmo, no será realidad hasta 2186. Y eso, hablando simplemente de remuneración. Mucho peor se ve todo cuando hablamos de violencia machista, la trata, ablaciones, matrimonios concertados y violación a los 8 años. Las mujeres vivimos en este mundo. No lo olvidemos.

Volvamos a nuestras jóvenes guerreras. Un ejemplo de tres, diversas y magníficas.

  1. Barbijaputa (@barbijaputa). Es puro ingenio y agudeza verbal (escrita, más bien). Nadie sabe quién está detrás de su avatar de Barbie endemoniada, pero es puro veneno… del bueno. No deja títere con cabeza y sus columnas en eldiario.es son crudas y certeras. Soy una admiradora incondicional. Me divierte y me gusta hasta cuando no estoy de acuerdo con ella, que es -la verdad sea dicha- pocas veces.
  2. Yolanda Domínguez (@yodominguez) es una artista visual bastante reconocida, pero yo la conozco, sobre todo, por su activismo. La primera vez que reparé en ella fue a raíz de la movilización que lideró como respuesta a la campaña machista de Multiópticas, que cosificaba y vejaba a las mujeres como mercancías del consumo sexual. Ahora la leo siempre que cae en mis manos uno de sus artículos en el Huffington Post.  Es una feminista de mente clara y verbo inteligente. A veces, me resulta algo cargante, pero en general, merece la pena leerla y ver sus vídeos.
  3. Diana López Varela (@dianalovar). Esta gallega me tiene enamorada. Es periodista, guionista y escritora. Autora de No es país para coños, un libro que ha dado mucho que hablar. No para y no se calla. Si vuelvo a ser joven, quiero ser como Diana. Su blog satírico, Suspenso en Religión, merece la pena y muchas sonrisas.
  4. Miguel Lorente (@Miguel__Lorente) ¿Que no es una mujer? ¡No me digas! Ya, pero es de lo más feminista que me he echado a la cara. También escribe en eldiario.es y en El Huffington Post. Es forense y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad. Su blog se titula AUTOPSIA (el otro, Cardiopatía Poética, es literario) y es pura sensibilidad y conciencia. No le pillado nunca en un renuncio, y mira que lo leo con ahínco. Sus textos son un balón de oxígeno y un destello de esperanza entre tanto sexista.

Tres feministas y un «feministo», por si os apetece poneros al día de lo que se «cuece» en este tema, conectado con la actualidad y con un enfoque claro, sencillo (que no simple) y hasta divertido, a veces. Aunque la cosa, de momento, no tiene ninguna gracia.

Hasta la próxima entrada.

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La «invisible» Rosario Pi

Invisible para todos. Para los intelectuales de la II República y parte de los recuperadores de la Memoria Histórica por supuestas inclinaciones filo-fascistas. Por el Franquismo, por mujer, por feminista y por «meterse» en una profesión de hombres.

Rosario Pi puede considerarse la primera mujer directora española (con permiso de Helena Cortesina y su Flor de España de 1922), cuyas películas coinciden, además, con la llegada del sonoro. Fue productora (fundó Star Films, junto a Gutiérrez Bringas y Ladrón de Guevara), guionista (Doce hombres y una mujer, dirigida por Fernando Delgado) y directora (El Gato Montés, 1935). Nada menos.

En todo, una adelantada a su tiempo, incorporando arquetipos de mujeres fuertes, autosuficientes y libres en las relaciones. También rechazaba ya la violencia machista, muchos años antes de que todos nos rasguemos las vestiduras. Tras la Guerra se exilió, primero a Francia y luego a Italia, con su amiga, la actriz María Mercader. Unos años después, volvió, pero jamás volvió a hacer cine, en aquella España oscura de la dictadura de Franco, de la que vivió los años más terribles, hasta su muerte, en 1967.

De hecho, Pi sólo dirigió dos películas, aunque fue guionista de alguna más y produjo varias. De todas ellas, solo se conserva una, la más famosa y la que más éxito tuvo en su momento, El Gato Montés, una adaptación de la zarzuela de Penella (1912), en la que la pluma de la cineasta se esmeró con  Soleá, la protagonista femenina , cuyo personaje reescribió para convertirla en una mujer independiente, que no necesitaba protección, y con un papel decisivo en la resolución de la trama y el conflicto entre sus dos pretendientes. Añadió además el personaje de La Peliculera, que ni siquiera existía en la obra original, una mujer cansada de fregar, llena de ilusiones de triunfo y que expresaba abiertamente sus deseos sexuales. Todo un hito para la época.

El éxito de su primera película, permitió Rosario dirigir otra más, ya en plena Guerra Civil y financiada por un General. Rodada en zona republicana, Molinos de Viento también estaba basada en la zarzuela del mismo nombre, obra de Ricardo Frutos, y protagonizada por Pedro Terol y María Mercader (que, con los años, decía no recordar haberla hecho). Como el resto de las películas en las que participó -de una u otra forma- la directora, esta cinta también desapareció.

Tras su exilio en Italia, Rosario Pi volvió a la España franquista, que no le dio ni una sola oportunidad en el cine. Una mujer creadora y liberada no tenía sitio en la industria cinematográfica de la Dictadura, dominada por hombres y en los que el «lado femenino» siempre estaba delante de las cámaras.

Habría que esperar varias décadas para que las mujeres directoras volvieran a ser una realidad por aquí.

Hasta la próxima entrada.

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Isabel Oyarzábal fue media docena de cosas, por lo menos

Otra mujer de una pieza. Hija de escocesa y malagueño-vasco, vivió como mujer republicana hasta su muerte como exiliada en México, porque murió antes que Franco. Sólo un año antes…

Esa combinación de orígenes, creencias y culturas, hizo de Isabel una persona especial en el ambiente burgués y provinciano de Málaga a finales del XIX. Fue profesora de español en Escocia, donde iba cada verano, y donde conoció a mujeres extraordinarias, como la sufragistas Eunice Murray y la gran bailarina Ana Pavlova, entre otras. Para ella, aquellos veranos eran los mejores momentos del año, dejando atrás en opresivo ambiente de su ciudad natal.

Porque Isabel no se conformó nunca con nada. Era una mujer inquieta y con enormes ganas de vivir, que no aceptaba el papel que se le imponía, por ser mujer y de «clase acomodada».   Así que, acompañada por su madre, con una mentalidad mucho más abierta que la de su familia paterna, se lanzó al mundo y vivió múltiples experiencia.

He de decir que, sea en la época que sea, me fascinan las mujeres (las personas, en realidad) versátiles, capaces de hacer muchas cosas (bien, se entiende). Es verdad que el tiempo en el que le tocó vivir a nuestra protagonista, esto es todavía más admirable. Porque, fijaos:

  1. Fue actriz. Muy poco tiempo, es verdad. Entró a formar parte de la compañía de María Tubau, aprovechando la presencia de su compañía en Málaga. Una vez contratada, madre e hija se fueron a Madrid, donde participó en el montaje de la obra Pepita Tudó. Durante esa época, Isabel contrajo matrimonio con Ceferino Palencia, el hijo de la conocida actriz. No les fue demasiado bien como pareja, pero aprendió muchas cosas de su familia política y del «mundo de la farándula».
  2. Feminista y sufragista, tal vez inspirada por las mujeres que conoció en su infancia y, sobre todo, por su madre y el ambiente liberal en el que vivió, una vez fallecido su padre, que era el de la mano firme y convencional. Militó en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), de la que llegó a ser presidenta, y en 1920 fue delegada en el XIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer en Ginebra.
  3. Escritora y periodista. Por eso está aquí, entre otras cosas. Por su dominio del idioma, colaboró con publicaciones inglesas como The Standard y Laffan News Bureau. Además, después, con su hermana Ana y  Raimunda Avecilla publicó la revista La Dama y la Vida Ilustrada, con contenidos para mujeres. También escribió para  Blanco y Negro, El Heraldo, Nuevo Mundo o La Esfera. Autora varios libros, sobre muchos temas, son sus Memorias la más valorada de sus obras, aunque no salieron en España hasta setenta años después de su publicación.
  4. Republicana y embajadora, por lo que más se la recuerda. En otoño de 1936, ya iniciada la Guerra Civil,  fue nombrada ministro plenipotenciario en la Embajada de España en Suecia. Antes había participado en la Sociedad de Naciones, y dio conferencias en Estados Unidos y Canadá y en el congreso del Partido Laborista de Edimburgo. En enero de 1937 estaba en Estocolmo para presentar sus credenciales al rey sueco, pero tuvo que esperar un tiempo porque  su predecesor, proclive al bando rebelde, se resistía a dejar su puesto. En Suecia conoció la novelista ganadora del Nobel Pearl S. Buck y a la socialista y feminista rusa Alexandra Kollontai, de quien escribió una biografía.
  5. Inspectora de trabajo, la primera mujer en ocupar este puesto por oposición en España, en 1933.
  6. Exiliada. Isabel no fue una excepción, y como muchos otros intelectuales de la época, se exilió tras la caída de la República. En 1939, ella y su familiar, partieron a México, donde murió sin regresar jamás a España.

Lo que os decía desde el principio. Otra gran mujer. Una más. Gracias, Isabel.

Hasta la próxima entrada.

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¡Acción! 10 cineastas españolas a las que disfrutar

Me encanta el cine. De todas las épocas, de cualquier procedencia, sobre todos los temas y de casi todos los géneros.

Las mujeres, en el cine, también sufren discriminación. Lo único positivo de esto es que cada vez es más pública esta situación y muchas estrellas reivindican igualdad de salarios, de oportunidades y de buenos papeles para las mujeres. El otro día leí en la columna de Carme Chaparro en Yo Dona un dato curioso (y triste), sobre un estudio en el que alguien se había molestado en comprobar cuánto hablaban las princesas Disney en la películas que teóricamente protagonizan y que, no lo olvidemos, ven, sobre todo, las niñas. Poco. Hablan muy poco.

En la dirección, las mujeres también tienen una importante desventaja y mucho que luchar, para conseguir el dinero y la confianza que tienen los hombres. Y en su caso, esto es importante para ellas y también para el resto de las que viven de la industria y por este maravilloso arte. Y ellas, para nosotras, las demás, también son relevantes, como la mirada femenina del cine sobre el mundo, la historia, las relaciones y las personas. A veces, me doy perfecta cuenta de que llevo toda mi vida mirando el mundo a través de los ojos de Wilder, Ford, Houston, Amenabar, Almodovar o Berlanga.

Así que he decidido traer aquí mi modesta selección. ¿El criterio? Caótico, como siempre. Gusto personal, admiración, recuerdos, afinidad personal, nostalgia, repeto… De todo. Pero me ha salido una lista de 10 la mar de apañada.

  1. Ana Mariscal lo hizo todo en el cine, aunque empezó en ese mundillo por casualidad, cuando estudiaba Matemáticas en la unversidad. Primero fue actriz, toda una estrella, y la protagonista de la odiosa Raza (cuyo guión se dice que fue escrito por el mismísimo Franco). Después,  pasó a producir y escribir guiones y, finalmente, se animó a ponerse detrás de la cámara. Su trabajo más reconocido fue El Camino, sobre la novela de Delibes. Nunca dejó la interpretación, ni en cine ni sobre las tablas. Fue una artista completa.
  2. Pilar Miró no tuvo una vida muy larga, pero sí prolífica. Y accidentada. Empezó en TVE, donde se bregó en la profesión, dirigiendo programas y retrasmisiones «de todos los colores», antes de pasar al cine. Dirigió 9 películas con desiguales resultados, pero siempre con rigor y profesionalidad. Los actores y los miembros de sus equipos técnicos la adoraban y siempre querían repetir. Fue Directora General del Ente Público RTVE, puesto en el que fue muy criticada e incluso se vio envuelta en un «escándalo» (comprar ropa para asistencia a actos utilizando dinero público) que ahora parece un juego de niños, pero que en su momento tuvo mucha repercusión y se explotó políticamente. Murió demasiado joven, a los pocos días de dirigir la retransmisión de la boda de la Infanta Cristina (¿Qué diría ahora de los líos en los que anda metida?). Su corazón era frágil y, un día, demasiado pronto, se paró. Entre sus pelis, mi favorita El Perro del Hortelano, con Enma Suárez y Carmelo Gómez en estado de gracia.
  3. Josefina Molina no ha parado desde que decidiera que esto de la dirección de escena, cine, televisión -o lo que le echen- era lo suyo. Es Hija Predilecta de Andalucía (nació en Córdoba) y Goya de Honor, entre otros muchos -y merecidos reconocimientos. También ha sido guionista y ha hecho cortos, series, documentales. En esta lista está, además de por todo eso, por su liderazgo y su feminismo. Es fundadora de CIMA (asociación de mujeres profesionales para fomentar la presencia equitativa de la mujer en el medio audiovisual) y autora, junto con Pilar Miró y Cecilia Bartolomé,  de Cine de mujeres en la Transición. La trilogía ´feminista´.  Es una luchadora incansable por la igualdad de las mujeres, también en su profesión.
  4. Gracia Querejeta es mucho más que la hija de su padre. Héctor, Siete mesas de billar francés o 15 años y un día demuestran que es una directora excelente, de historias llenas de sensibilidad, con actrices a las que saca el máximo partido. Me encanta.
  5. Chus Gutiérrez es una de las grandes, con una trayectoria y una filmografía dignas de admiración, y un poquito de envidia. Ha dirigido tanto largometrajes como cortos, e incluso ha hecho sus pinitos como actriz. El calentito me gustó mucho, pero mi favorita es la serie Ellas son así,  que escribió y dirigió, protagonizada por Maribel Verdú, María Barranco, Neus Asensi y María Adánez, y por la que recibió el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer. Pasé muy buenos ratos con todas aquellas mujeres de la misma familia, tan distintas y tan divertidas.
  6. Isabel Coixet. Sentimientos y opiniones contradictorias. Sobre sus pelis, claro. Algunas me gustan mucho (La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí, o los documentales Escuchando al Juez Garzón e Invisibles), otras me aburren soberanamente. A ella, la respeto y la admiro. Y espero que cada vez haga más de las que me molan y menos de las que no. O que yo aprenda a sacarles la gracia a todas.
  7. Iciar Bollain. La adoro. Desde Hola, estás sola, aquella historia con Silke y Candela Peña que me ponía contenta en una época en la que yo no lo estaba. Me parece divertida, natural, lista y -sospecho que- buena gente. También me apasionan Flores de otro mundo y, sobre todo, Te doy mis ojos. Me emocionan profundamente. Todavía no he visto El Olivo, pero lo estoy deseando. Al crítico más duro que conozco -mi padre, de 87 años- le ha encantado.
  8. Leticia Dolera. Ha sido un placer ver Requisitos para ser una persona normal. Me encanta su tono, los personajes, la dulzura y el humor tierno que transmite. Y los vestidos de Leticia. Creo que se merece poder seguir dirigiendo. Ojalá lo consiga. La traigo aquí como mi apuesta. ¡A por ellos!
  9. Mabel Lozano. Ya sabéis que, en este caso, es una debilidad por este terremoto de mujer y su trabajo. Ya os lo conté aquí no hace mucho. Y lo ratifico todo. Aunque se quedara a las puertas del Goya, sigo creyendo que su documental era el mejor de los nominados.
  10. Paula Ortiz, la directora de La Novia. No la conozco mucho, pero me gusta. Y me cae bien. A ver por dónde sigue.

¿Qué os parece selección? Variada, por lo menos. Un grupo de mujeres de varias generaciones que han conseguido dirigir una o más películas. Podría haber sido una lista de 20, de 50… ¿De 100? No sé yo… ¿Os animáis a ayudarme a ampliarla?

Hasta la próxima entrada.

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Señoritas no, mujeres

La Institución Libre de Enseñanza es todo un símbolo cultural del siglo XX, lo mismo que la famosa Residencia de Estudiantes en la que vivieron genios como Dalí, Lorca o Buñuel, y que ha sido inmortalizada por el cine, la poesía y la misma Historia. Cuna de la Generación del 27 y de parte de lo mejor del arte y la pasión anteriores a la Guerra que lo asoló todo.

Esta es la versión masculina. De aquel lugar mágico y lleno de inquietud intelectual y artística fue de los barros maravillosos de los que nacieron lodos en los que se combinó lo trágico y lo extraordinario.

Pero resulta que, solo 5 años después de que se fundara la Residencia de Estudiantes, y en el mismo lugar (un precioso «hotelito» en la calle Fortuny de Madrid) que ésta dejó porque necesitaban más espació, se creó la Residencia de Señoritas, inspirada en la primera y que bebía también de los principios de la Institución. Unas 30 residentes y un puñado de profesoras abrieron las puertas de aquel lugar único, en el que aquellas valientes se atrevieron con la Filosofía, el Arte, la Ciencia y el deporte, actividades consideradas «de hombres» en aquella España de principios de siglo.

Y que no os confunda su nombre, cursi, machista y rancio. María de Maeztu, su fundadora, tenía muy claro que aquello era el principio de un largo recorrido para las mujeres. Es verdad que, tanto profesoras como residentes, eran «señoritas» de buenas familias de clase media-alta, en una época en la que las obreras y las mujeres del campo ni siquiera sabían leer y escribir. Sin embargo, aquellas jóvenes – y no tan jóvenes- abrieron un camino que todas nosotras tenemos que agradecer.

Con fuertes vínculos con su entidad hermana, el International Institute for Girls en España, ellas fueron de las primeras que empezaron a hablar y a demandar el voto para las mujeres, siguiendo la estela de las sufragistas americanas y británicas de la época.

Por aquellas salas, laboratorios y bibliotecas pasaron nada menos que María Zambrano – que a tantas mujeres nos ha enseñado a pensar-, Victorina Durán, Clara Campoamor o la mismísima Premio Nobel Marie Curie, unas como docentes estables, otras participando en algunas de las frecuentes actividades organizadas por y en la propia residencia. Entre las «alumnas» estuvieron Victoria Kent (una de aquellas primeras 30), científicas como María García Escalera y Cecilia García de Cosa, o Matilde Huici, por ejemplo.

El objetivo era la promoción de la formación universitaria para las mujeres, como requisito imprescindible para que éstas tuvieran un papel activo en aquella sociedad totalmente masculina, en la que ellas no pintaban nada y servían, sobre todo, para trabajar y parir, siempre al servicio de sus padres, de sus hermanos, de sus maridos e incluso de Dios.

Durante sus poco más de 20 años de existencia, la Residencia de Señoritas (maldito nombre) fue el campo de cultivo burgués de la intelectualidad femenina -y feminista- de nuestro país. Ellas empezaron a ocupar puestos de relevancia en una España que empezaba a dar muestra de pequeños pero significativos cambios. En el Congreso de los Diputados, en la Escuela y la Universidad, en el Derecho, en la Filosofía.

Pero otra vez la infausta fecha del 18 de julio de 1936 dio al traste con un sueño, el de aquella institución, sus mujeres y el de una sociedad, que como todas las del mundo, las necesitaba mucho. El día que empezó la Guerra, la residencia estaba casi vacía por las vacaciones de verano. Durante el asedio a Madrid, sus instalaciones fueron utilizadas como hospital y orfanato. Cuando acabó la contienda, ya en Valencia, María de Maeztu dimitió y se fue de aquella España indeseable.

Después de aquello, la Residencia se convirtió en un Colegio Mayor regido por la infausta y nunca bien criticada Sección Femenina de la Falange (Su nombre y su recuerdo son igualmente insultantes). Bajo la dirección de Matilde Marquina, en 1940 volvió a funcionar con el nombre de Colegio Mayor Santa Teresa de Jesús, con su director espiritual (un sacerdote varón, naturalmente) y todo. Como podéis barruntar, aquel sitio no se parecía más que en las paredes a la Residencia original y los principios y objetivos de aquella, como tantas otras cosas importantes en aquellos tiempos, se fueron al garete.

Pero aquellas «señoritas» fueron nuestras maestras, las que pusieron los cimientos de la presencia de las mujeres en la universidad española, hoy tan abundante -y, en algunos campos, abrumadora-. Fueron las que hicieron posible que nuestra voz, aunque a escondidas, nunca dejara de oírse y leerse. A veces, a gritos. Otras, en susurros.

Hasta la próxima entrada.