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¿Por qué nos hacemos esto?

Esta semana he leído un post en un blog que me ha hecho recordar algo que no entiendo y, además, personalmente, me molesta.

El post, titulado ¿Nuevo feminismo o Plutocracia femenina?, firmado por María Gómez del Pozuelo, CEO de Womenalia y mujer a la que admiro por muchas razones, vuelve a lo que, en mi opinión, es un falso -y peligroso- debate sobre un supuesto Nuevo Feminismo o Plutocracia femenina, diferente al «clásico», que supuestamente aboga por la separación entre hombres y mujeres, mientras que este que defienden «apuesta por la integración del rol hombre y mujer». Como os decía, no creo que el Feminismo tenga versiones: es la «ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres». Y ya está. ¿Se puede saber qué tiene de malo eso? ¿Cuál es el formato aceptable de la batalla por la igualdad? ¿La de la meritocracia, la falta de cuotas y la evolución frente a la revolución?

No lo entiendo, pero lo que verdaderamente me molesta es que seamos las mujeres las que nos dejemos llevar, y hasta protagonicemos esa idea de división, que no es tal.

Los ejemplos que expongo a continuación son algunos de los que me vienen a la cabeza,  sin pensar ni buscar mucho. Son muy diferentes entre sí, tanto en su relevancia como en su enfoque, pero todos me cabrean, sinceramente:

  1. Empiezo por Victoria Kent, diputada en la II República por un partido de izquierdas, que se enfrentó a Clara Campoamor porque consideraba que 1933 todavía no era el momento para otorgar el voto a sus hermanas de género, porque las consideraba dominadas por las sotanas y, por lo tanto, partidarias de políticas conservadoras. Y, digo yo, ¿No habría sido más lógico luchar por que esas mujeres pudieran pensar por su cuenta, a pesar de que en el camino su voto no fuera el que prefería la privilegiada Victoria?
  2. Mi admiradísima Meryl Streep, que actúa como feminista, pero reniega de esa hermosa palabra para definir su comportamiento y sus opiniones claramente decantadas por los derechos de las mujeres en el cine, tanto de actrices como de creadoras.
  3. Siguiendo la ruta de la admiración, también me dejan perpleja algunos de los papeles que interpretó la gran Katharine Hepburn, una vez iniciada su relación con Spencer Tracy. El más sorprendente es el de co-protagonista (junto con el propio Tracy) en La Mujer del Año. En esa película, de 1942, Hepburn es una periodista política poderosa, inteligente y con contactos internacionales de primera línea, que se casa con un periodista deportivo, sencillo y divertido. El conflicto -evidente- surge muy pronto, en cuanto al flamante marido empiezan a molestarle los viajes, reuniones y amigos de su mujer.  Se separan, claro. Pero ella lo quiere tanto que se planta un día en su casa y, renunciando a todo, se incorpora a «sus labores» de esposa y ama de casa. Y Final Feliz. Esta fue la primera película que hicieron juntos como pareja, y para mí, la más descarada, pero otras como La costilla de Adán o La Impetuosa, también tienen lo suyo. No comprendo como la mujer que tuvo como una vela a Howard Hughes, y que se caracterizó por su independencia frente a lo que se esperaba de las mujeres de la sociedad americana acomodada a la que pertenecía, permitió que la visión machista del ultracatólico amor de su vida entrara en la suya.
  4. Y luego están las estupideces, como Cincuentas sombras de Grey, una supuesta novela romántica, en la que el amor consiste en la «regeneración» de un sádico -eso sí, guapísimo- que deja sus prácticas, pero solo porque «respeta» a la mujer de la que se enamora – que se ha dejado humillar por él hasta ese momento-, pero que no muestra el menor remordimiento ni pesar por todas las parejas a las que maltrató antes. Y lo ha escrito una mujer. Me parece estar oyendo las protestas de muchas de vosotras, defendiendo la libertad sexual y cualquier práctica consentida. Puede que sí, pero yo hablo simplemente de esta «novela»: recordad que esta trama, en concreto, se centra en la historia de un rico dominador y una sumisa sin recursos, y por qué se inicia la relación.
  5. Para finalizar, algo completamente incomprensible para mí. El movimiento Women against Feminism , que cuestiona si el feminismo es realmente necesario actualmente, pone en duda la veracidad científica de conceptos como patriarcado o identidad de género. Asimismo, defiende que las feministas exageran los problemas de las mujeres sin tener en cuenta los problemas de los hombres y que presentan una visión distorsionada de la realidad, basada en la misandria y en la victimización de la mujer. También cuestiona la existencia de la cultura de la violación en la que las feministas contemporáneas alegan que vivimos. Esto sí que me supera, honestamente.

Solo cinco ejemplos, diversos y seguramente fruto de manías personales, pero que creo que pueden ilustrar ese «no sé qué» que me hace sentir incómoda y que despierta en mí una especie de zozobra, que siempre acaba por traducirse en un enfado como el que os traigo aquí hoy.

Hasta la próxima entrada.

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Las mujeres de Mabel Lozano

Conocí a Mabel Lozano en una reunión de trabajo hace dos o tres años y me impresionó mucho y positivamente, pero también acabé extenuada por su energía, y eso que yo tengo lo mío.

Es una mujer que transmite pasión e ilusión puras por lo que ha decidido hacer. Puede que alguno de vosotros la recuerde en los primeros años públicos de su profesión, presentando Noche de Fiesta o La Ruleta de la Fortuna, o como actriz en Los ladrones van a la oficina, por ejemplo. Pero ahora, si hablas con ella, te cuesta reconocerla en aquellas labores  y cuesta creer que sea la misma persona.

Aunque seguro que es la misma, pero todo eso fue antes de darle el volantazo a su vida profesional que, en 2007, la llevó a hacer documentales, cortos e incluso spots como realizadora, tras formarse para ello.

En todos sus trabajos, las mujeres son -somos- las protagonistas, el centro de historias que reflejan realidades, a veces terribles y dolorosas, y otras emocionantes, pero siempre miradas -y vistas- desde el respeto, incluso el amor, diría yo.

Es difícil de olvidar su primer documental, Voces contra la trata de mujeres, en la que denuncia la compra-venta de niñas y mujeres para su explotación sexual. Sin amarillismo facilón, con la verdad, «simplemente»,  y el conocimiento de las circunstancias de estas mujeres, Lozano nos abofetea con una realidad repugnante, con nombres propios, padres, hermanos e hijos en sus países de origen.  Historias personales y mucha amargura.

Su último proyecto, Chicas Nuevas 24 Horas, aborda también la enorme vergüenza humana que es la trata de mujeres. Es ya una iniciativa más compleja- y ambiciosa-, en la que Mabel trabaja codo con codo con Charo Izquierdo, centrándose el documental de la primera y la novela de la segunda – Puta no soy , que se complementan, en una mujer real, víctima de la esclavitud y la humillación que viven miles de mujeres en el mundo.

Y entre estos dos trabajos, en los que el denominador común es evidente, Lozano ha llevado a cabo varios más, siempre sobre mujeres. Experiencias, memorias, preocupaciones.

Me interesó especialmente su enfoque sobre la maternidad en Madre, de 2012, donde aborda esta función desde el entorno que nos rodea, a cada una el suyo, pero desde luego muy diferente a la de nuestras madres y abuelas. La propia directora lo explica con mucha claridad, con su habitual lenguaje directo y su tono franco, que no logran ocultar el profundo conocimiento de la materia y la amplia investigación previa, que le permite «parir» -nunca mejor dicho- todos los trabajos que he tenido la oportunidad de ver.

No me quiero dejar tampoco Las sabias de la tribu, una preciosa película sobre mujeres muy diferentes -públicas y anónimas-, pero todas extraordinarias, que nos hacen el honor de compartir con nosotros cómo han superado grandes dificultades, de muy diversa naturaleza. Una, en la política, otra para hacer teatro, la que quería estudiar y no pudo hacerlo hasta que fue mayor, una ex-atleta, una mujer lesbiana que tuvo que pelear por su opción, una escritora… Historias de mujeres libres porque «se lo han trabajado». Pura admiración.

Un año antes, otras cinco mujeres, en este caso atletas paralímpicas, fueron también las protagonistas de La Teoría del Espiralismo. El documental narra las historias cotidianas  de las nadadoras María Teresa Perales y Sara Carracelas, de la ciclista Raquel Acinas, de la atleta Eva Ngui y de la jugadora de baloncesto Cristina Campos.

Como socia de CIMA (Asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales), Lozano trabaja también porque otras mujeres, como ella misma y otras que son también conocidasd y reconocidas, tengan la oportunidad de hacer cine, de ficción o documental, o como les dé la gana, en un país y en una industria en los que las cosas no son fáciles para nadie, pero menos aún para las mujeres. Como en tantas otras cosas.

Pero las historias que cuenta Mabel Lozano no son solo «películas» – que tampoco sería poca cosa-. Son sobre personas y sus vidas, muchas de ellas con amarras, o que luchan por romperlas e, incluso, algunas que lo han conseguido. Mujeres de verdad, que esta cineasta nos ha descubierto o ayudado a conocer mejor.

Y esto tiene que seguir creciendo.

Hasta la próxima entrada.

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Aquí te esperamos. Cómetelos

Esta no es una entrada normal. Es sobre mujeres y comunicación, sí. Pero las mujeres somos mi hija y yo, y la comunicación de la que hablo es la relación que hemos construido entre nosotras.

Elena tiene 23 años, recién cumplidos. Ayer mismo. Desde el día en el que supe que iba a tenerla, ella ha sido un reto para mí. Por todo. Nació cuando yo solo tenía 25 años y miles de planes, pero ninguno de ellos era la maternidad. Sin embargo, decidimos que sí, que podíamos y queríamos. Así que nos pusimos a ello a muerte, como con todo.

Los primeros años no fueron fáciles. Sinceramente, creo que, como madre, podría haberlo hecho mejor. Mi cabeza,  mi corazón y mi cuerpo no se ponían de acuerdo, y ella, que no tenía la culpa, seguro que lo sufrió. Fue el bebé más bueno del mundo, y luego una niña simpática, sana y muy lista. Consiguió, sin saberlo y sin querer, convertirme por fin en madre, a pesar de que, a veces, la responsabilidad, el miedo y las ganas de escapar fueran enormes. Pero ella, siendo como era, hizo que saliera airosa.

Gracias, mi niña.

Y, ya mas tranquila, vi crecer ante mis ojos a una persona única. Tan diferente a mí -y parecida a su padre- que me fascinaba y, a la vez, me inquietaba, por si no conectábamos o no nos entendíamos. Sé -porque lo he vivido- que eso es muy duro cuando se trata de tu madre.

Pero la vida, que a veces es muy cabrona, en nuestro caso fue amable y, con los altos y bajos propios de la pubertad, y los arranques hormonales naturales -suyos y míos-, superando obstáculos y algún que otro desencuentro, nos trajo hasta aquí.

Espero no equivocarme ni ser pretenciosa si digo que Elena y yo somos madre e hija. Nada menos. De las de verdad. Ese tipo de relación y esa clase de amor incondicional que yo siempre quise compartir con mi madre, y que solo tuve con mi hermana.

Como os decía, somos absolutamente diferentes. Tanto, que a veces, la miro y dedico tiempo a buscar en ella algo mío. Y me cuesta. Tal vez algún gesto. Quizás la asertividad que yo he moderado con la edad.  Y el amor a los gatos, que he conseguido transmitirle.

Pero ella es mucho más fuerte que yo. Y más valiente. Le gusta su vida y no le da vueltas inútiles a las cosas. Olé por ella. Es decidida y divertida. Y muy organizada.

Hablamos mucho. Ella me cuenta muchas cosas, en ocasiones -sobre todo cuando era más pequeña- más de las que me hubiera gustado saber, pero siempre he creído que escuchar y opinar sobre lo que me decía, nos ayudaba a tejer una red de confianza, para cuando me necesita. No ha sido muchas veces, o, al menos, no en grandes cosas, pero cuando ha hecho falta, ahí hemos estado las dos, codo con codo.

También hemos compartido frivolidades, claro. Son míticas nuestras salidas de Rebajas para celebrar su cumpleaños. Por donde pasamos nosotras, no vuelve a crecer la hierba. También vamos al cine, a ver pelis que nadie más quiere ver, y tenemos charlas «de baño» durante mis inmersiones semanales -nada ecológicas pero terapéuticas- en la bañera llena de espuma. Hemos intercambiado confidencias, opiniones y cotilleos. Y hemos resuelto conflictos propios y ajenos, en charlas con una extraña combinación de risas y desplantes. Esas somos nosotras.

Y ahora se va lejos. No sé por cuánto tiempo. Es imposible saberlo. Tiene por delante un trabajo, clases, amigos y una casa compartida, durante meses llenos de emociones. Le va a encantar, aunque ahora no lo sepa y sienta vértigo ante una marcha inminente.

La voy a echar muchísimo de menos. Y no creáis que pasamos mucho tiempo juntas. Es una de esas personas a las que se les cae la casa encima y siempre está por ahí, haciendo lo que sea. Tiene muchos amigos y mil planes. Pero vuelve (casi) cada noche (o madrugada) a su cuarto revuelto, con sus gatas y, de vez en cuando, a sentarse conmigo y contarme algo. O a no contarme nada y a esperar que le pregunte qué le pasa, sin saberlo.

Y yo me quedo. Es una putada. De verdad que no soy una madre moñas que solo vive para sus hijos. Qué va. De hecho, soy bastante independiente y me gusta tener mi espacio y tiempo para mis cosas.

La putada es que se vaya precisamente ahora. Cuando me gusta tanto y me apetece ver – de cerca- cómo sigue con su vida y lo bien que se las apaña -sé que será así-, como la mujer estupenda y decidida en la que se ha convertido.

Me gustaría estar más cerca cuando se plante ante todas las cosas estupendas que sé que le van a pasar, y ante las difíciles, para sentirme orgullosa de ella y de cómo las vive. En este momento de mi vida, en el que tengo la sensación de que empieza una nueva etapa que no sé que contiene, sería maravilloso seguir disfrutándola. Egoísmo puro. Lo sé.

Pero es su momento. El de volar -literalmente- y enfrentarse al mundo con esa mirada desafiante y provocadora que le sale tan bien. Y le toca hacerlo sola. Ojalá, en el equipaje, lleve algo de lo que hemos ido cargándola desde que nació: confianza, libertad, responsabilidad, entusiasmo, ilusión, AMOR…

Vamos, hija, sal corriendo. No mires atrás y cómetelos a todos. Y no tengas ni una pizca de miedo. Nosotros estamos aquí. Para ti. Siempre.

See you soon!

Hasta la próxima entrada (disculpad lo personal de esta, pero es lo suyo)