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Machismo venial (o la Teoría del Total)

Sí,  venial. Como esos pecados que cuando éramos niños nos decían, en Catequesis, que no eran tan importantes. Pecadillos que con un par de Padrenuestros y tres Avemarías de penitencia estaban olvidados. También podríamos llamarlo, como ya ha hecho alguno de cuyo nombre no tengo ningún interés en acordarme, “machismo leve”, como si de una tipología de delito se tratara.  A este paso, como las plumas neomachistas se nos animen, va a acabar por ser, simplemente, una Falta.

A mí me gusta llamar a este movimiento creciente la Teoría del “Total”.  Suele argumentarse así, quitándole importancia a esos gestos, acciones o comentarios que consideran inofensivos: “Total, por una canción…”, “Total, por un piropo…”, “Total, por un chiste”, “Total, por un vestido”. Y nos llaman histéricas, feminazis y cosas peores a las que alertamos sobre lo que influye todo eso en que en esta sociedad, en pleno S.XXI, nuestros hijos sigan creyendo que quien te controla te quiere más, que los celos son también una prueba de amor. Las niñas siguen teniendo miedo a ir solas por la calle y las mujeres somos violadas y asesinadas todos los días simplemente por serlo.

En ese grupo de nuevos machistas quejumbrosos se encuentran hombres y nombres conocidos de la literatura y el periodismo, algunos de ellos sorprendentemente jóvenes. Tuve que leer dos veces la fecha de nacimiento de aquel que tituló una columna con un “Ablación textil”  y se quedó tan ancho. Se refería así  a lo que, según él,  le hacían a Cristina Pedroche las que cuestionaban  su cosificación en Nochevieja.  Si no fuera porque es una broma macabra, tal vez me reiría.  O no.

Pues nada, hombres. Sigamos así. Que nadie se moleste si un profesor comenta, chistoso, “me pongo con las chicas, que son más guapas” o si una JEFA incluye un hombre en un equipo (Da igual quién. Lo que importante es que tenga pene)  porque el cliente es muy “tradicional” o el sector muy masculino. Continuemos aguantando comentarios sobre nuestra apariencia en reuniones de trabajo, e interrupciones sin consecuencias cuando somos nosotras las que tenemos la palabra.

Los adeptos a la Teoría del Total esgrimen, con enorme agudeza, que los que componen esas canciones, los que opinan sobre tu aspecto sin pedirles opinión, los que “animan” a llevar tacones a las empleadas de su empresa y los que escriben artículos sobre el peinado y la manicura de Vicepresidenta del Gobierno después del verano o sobre la relevancia de la relación sentimental de lrene Montero (la “Yoko-Ono de Podemos”) con Pablo Iglesias solo están ejerciendo su Libertad de Expresión. Que ellos no violan, ni agreden ni asesinan mujeres, que son los actos de lo ellos que deben de considerar, supongo, Machismo Grave (porque Mortal, como los peores pecados, sin duda lo es).

Y es que, según dicen muchos de estos señores, muy leídos y muy modernos ellos – y algunos muy jóvenes, insisto-, las que critican y alertan públicamente sobre todo esto, como Barbijaputa, Yolanda Domínguez o, hace apenas unos días, las musicóloga Laura Viñuela son (somos) “monjas posmodernas” o ”máquinas censoras”. Y consideran, muy seriamente y desde su “viril distancia”,  que lo que nos pasa es que nos morimos de envidia por la belleza de las guapas, que no es igualitaria, sino una lotería que, por supuesto, no nos ha tocado. Que quitarle a una mujer su capacidad de seducción – que no sé muy bien lo que es ni quién pretende quitarnos ese preciado don- es “matarlas”. No, amigos, no. Matarnos es otra cosa.

Y es que, no sé si lo sabían ya, estos sabios aceptan que el feminismo es necesario, pero tiene que ser el que a ellos les gusta –elegante, sereno, discreto y, supongo, más femenino-. Y todas las demás que, ejerciendo también nuestra Libertad de Expresión, nos rebelamos ante estas semillas del mal, somos putas, feas, gordas y, por supuesto, estamos  muy mal folladas.

Total, por un insulto…

Hasta la próxima entrada.

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3 mujeres del siglo más complejo

El siglo XX supuso un cambio social y cultural sin precedentes. En ningún otro ocurrieron tantas cosas. Tan buenas y tan malas, incluidas dos Guerras Mundiales, con millones de muertos, y cientos de guerras «pequeñas», frías y calientes, que convirtieron al mundo en una bomba de odio, que explotó, en el joven siglo, con la onda expansiva más grande que nadie, nunca, se atrevió a imaginar y a temer. El 11-S, el 11-M, el 7-J, el 13-N y cientos de días más que ya no recordamos, porque mataron a personas demasiado diferentes y lejanas.

Estos días se han sucedido las muertes de dos mujeres centenerias que vivieron prácticamente todo aquel siglo, repleto de aventuras y catástrofes:

  1. Ha muerto Brunhilde Pomsel, la que fue secretaria de Goebbels y la última persona que podía recordarnos ya lo que pasaba en el Ministerio para la Ilustración Pública y la Propaganda que aquel demente dirigía para Hitler. Ella nunca se sintió responsable de nada, lo mismo que muchos otros alemanes que, también como ella, miraron hacia otro lado y siguieron con sus vidas, mientras su gobierno aniquilaba a millones de personas y los metía en una Guerra que destruyó su país y Europa entera.  En el documental Ein deutsches Leben (Una vida alemana) que se estrenó en 2016, dijo que lo  que hizo «no fue más que trabajar en la oficina de Goebbels», que «nadie se podía imaginar algo así» (sobre el exterminio de los judíos). Nunca tuvo remordimientos.
  2. También acaba de morir, en Hong Kong, Clarence Hollingworth, la legendaria periodista norteamericana que con solo 27 años dio la noticia de su vida y la exclusiva del siglo. El 29 de agosto del 39 la primera página del Daily Telegraph titulaba «1.000 tanques concentrados en la frontera polaca», anunciado al mundo entero los planes de Hitler para invadir Polonia. Tras aquel día, Hollingworth siguió trabajando como periodista en varios medios, aunque no pudo cubrir algunos conflictos por su condición de mujer. Pero sí estuvo en otros, en Vietnam, Oriente Medio, Pakistan o Argelia, y fue corresponsal en Pekin, donde informó sobre la Revolución Cultural de Mao.
  3. Y luego está Rosa, que aun está muy viva. Acaba de cumplir 102 incombustibles y alegres años. A Rosa, que es la abuela de mi amiga Ana,  le ha pasado de todo en su larga vida. Vivió la Guerra, perdió a seres queridos, trabajó como una bestia para que sus hijos tuvieran la mejor educación,  y siempre fue – y es- de izquierdas. Hace poco, se rompió la cadera y todos se asustaron. Pero ahí la tenéis, como una vela y jugando al Cinquillo otra vez, rodeada de nuevos amigos. En su cumpleaños sus biznietos la ayudaron, entre risas, a apagar todas las velas. El año que viene serán 103.

Ya os podéis imaginar a cuál de ellas admiro más. Sin comparación.

Hasta la próxima entrada.

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Por los que piensan diferente

Después de tantos días sin escribir aquí, no he tenido ni que decidir sobre qué hacerlo hoy. Es 15 de enero, así que solo hay un tema posible. Hace exactamente 98 años que Rosa de Luxemburgo fue asesinada en Alemania, tras formar parte de la Revolución Espartaquista de 1919.

Rosa de Luxemburgo es un icono del marxismo y de la divergencia ideológica. Desde su adolescencia tuvo una extraordinaria actividad política en su Polonia natal. Tanta que, con solo 18 años tuvo que huir a Suiza para evitar ser encarcelada por su militancia socialista. Allí terminó sus estudios de Derecho, además de coquetear con la filosofía,  las historia, la política, la economía, e incluso las matemáticas. Allí coincidió con otras figuras del socialismo, como  Anatoli Lunacharski y Leo Jogiches, entre otros.

Cuando en Alemania se legalizó el SPD, ella y algunos otros fundaron en Polonia el periódico La causa de los trabajadores y fundaron el Partido Social Demócrata de Polonia. Luxemburgo siempre se opuso a todo tipo de Nacionalismo, y por eso se enfrentó al Partido Socialista polaco, defendiendo  que la lucha debía enfocarse contra del capitalismo, y no en la independencia de Polonia. Esta postura, contraria a la autodeterminación de las naciones bajo el socialismo, también la enfrentó, más tarde, al mismísimo  Lenin.

En 1898 se trasladó a Berlín, ya como ciudadana alemana por su matrimonio con Gustav Lubeck, y empezó a participar activamente en la vida política germana, como parte del SPD, en su ala más izquierdista y revolucionaria. Estuvo encarcelada varias veces y enseñó marxismo en la escuela del partido, además de compartir sus opiniones en diarios de toda Europa y participar en reuniones socialistas internacionales, representando al partido.

En 1912, en la reunión de París, y junto al francés  Jean Jaurès, propuso una Huelga General de los partidos obreros si estallaba la Guerra. Promovió y participó activamente en varias protestas a favor de la Objeción de Conciencia y por el derecho de los trabajadores a no alistarse en el ejército de una Guerra que consideraba ajena a los intereses de éstos, una disputa entre imperialistas y capitalistas.

Rosa fue juzgada y condenada a la cárcel por estas opiniones, en las que finalmente se quedó sola, con un grupo reducido de compañeros. Su partido apoyó en el Parlamento la financiación de la Guerra con bonos del estado. Desencantada del SPD, fundó, con otros ex miembros del partido, lo que se convertiría en 1916 en la Liga Espartaquista, que se enfrentó al Gobierno e intentó convocar varias huelgas generales, por lo que fue encarcelada durante más de dos años, en los que publicó -con el pseudónimo de Junius– varios artículos, en los que criticó a los bolcheviques y anticipaba ya la posibilidad de que desembocara en una dictadura, aunque ella  misma siguió utilizando el término dictadura del proletariado definido por Marx.

Cuando salió de la cárcel, y tras muchos movimientos de la Liga con la USPD y el SPD, la misma Rosa de Luxemburgo fue una de las promotoras de la fundación del Partido Comunista Alemán. En 1919, y por otros levantamientos revolucionarios con los que ni siquiera estaba de acuerdo, fue detenida, golpeada y asesinada por los  paramilitares «Cuerpos Libres» (Freikorps). Su cuerpo acabó en el fondo de uno de los canales de Berlín.

Rosa de Luxemburgo es un símbolo del marxismo y una luchadora incansable por los derechos de los trabajadores, por encima de las nacionalidades, contra el capitalismo. Fiel a sus principios, siempre defendió que los obreros eran los que debían liberarse a sí mismos.

Hasta la próxima entrada.

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Son 3 feministas y 1 «feministo»

Podría empezar esta entrada compartiendo, por enésima vez, el significado real del término FEMINISMO o FEMINISTA según la RAE o la Fundeu, pero no lo voy a hacer. Quien quiera malinterpretarlo y retorcerlo, lo hará de todas formas y quien quiera torpedearlo, también. Estoy cansada de intentar explicar a mucha más gente de la que cabría temer, que el feminismo es un movimiento de reivindicación, que lucha por la Justicia – sí, con mayúscula – para la mitad de la población de este mundo por el hecho de tener vagina y tetas, en lugar de pene.

Puede que otro día lo vuelva a intentar, pero esta vez voy a escribir de las que lo tienen muy claro.Os traigo aquí a tres mujeres españolas, feministas y jóvenes.

Sinceramente, he de deciros que estoy preocupada porque detecto un importante retroceso en la conciencia de las mujeres en cuanto la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades por las que ya llevamos luchando décadas. Sé de algunas que se retorcería en sus tumbas si contemplara el fundamentalismo de la maternidad que vuelve a encadenarnos, por ejemplo, capitaneado por mujeres con la Verdad Absoluta (pocas cosas hay más peligrosas que eso).

Por si alguno de los que lean esta líneas tiene la tentación de recurrir al argumento tan manido de que el feminismo no tiene sentido en el «Mundo desarrollado», en el que ya somos iguales, solo quiero recordar el reciente estudio de FEDAE  en el que se volvía a poner sobre la mesa la tremenda realidad de que en nuestro país, las mujeres seguimos cobrando un 20 % menos que los hombres. Y ¿Sabéis en qué, sobre todo? En la parte variable del sueldo, ésa que depende de criterios subjetivos de los jefes. De ahí que es urgente que las cuotas de mujeres en las directivas de las empresas sean una práctica a implantar en las empresas, según reivindican muchos expertos y expertas. Y, apenas dos días después, el Foro Económico Mundial se descolgó con que la igualdad salarial entre hombres y mujeres, si seguimos a este ritmo, no será realidad hasta 2186. Y eso, hablando simplemente de remuneración. Mucho peor se ve todo cuando hablamos de violencia machista, la trata, ablaciones, matrimonios concertados y violación a los 8 años. Las mujeres vivimos en este mundo. No lo olvidemos.

Volvamos a nuestras jóvenes guerreras. Un ejemplo de tres, diversas y magníficas.

  1. Barbijaputa (@barbijaputa). Es puro ingenio y agudeza verbal (escrita, más bien). Nadie sabe quién está detrás de su avatar de Barbie endemoniada, pero es puro veneno… del bueno. No deja títere con cabeza y sus columnas en eldiario.es son crudas y certeras. Soy una admiradora incondicional. Me divierte y me gusta hasta cuando no estoy de acuerdo con ella, que es -la verdad sea dicha- pocas veces.
  2. Yolanda Domínguez (@yodominguez) es una artista visual bastante reconocida, pero yo la conozco, sobre todo, por su activismo. La primera vez que reparé en ella fue a raíz de la movilización que lideró como respuesta a la campaña machista de Multiópticas, que cosificaba y vejaba a las mujeres como mercancías del consumo sexual. Ahora la leo siempre que cae en mis manos uno de sus artículos en el Huffington Post.  Es una feminista de mente clara y verbo inteligente. A veces, me resulta algo cargante, pero en general, merece la pena leerla y ver sus vídeos.
  3. Diana López Varela (@dianalovar). Esta gallega me tiene enamorada. Es periodista, guionista y escritora. Autora de No es país para coños, un libro que ha dado mucho que hablar. No para y no se calla. Si vuelvo a ser joven, quiero ser como Diana. Su blog satírico, Suspenso en Religión, merece la pena y muchas sonrisas.
  4. Miguel Lorente (@Miguel__Lorente) ¿Que no es una mujer? ¡No me digas! Ya, pero es de lo más feminista que me he echado a la cara. También escribe en eldiario.es y en El Huffington Post. Es forense y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad. Su blog se titula AUTOPSIA (el otro, Cardiopatía Poética, es literario) y es pura sensibilidad y conciencia. No le pillado nunca en un renuncio, y mira que lo leo con ahínco. Sus textos son un balón de oxígeno y un destello de esperanza entre tanto sexista.

Tres feministas y un «feministo», por si os apetece poneros al día de lo que se «cuece» en este tema, conectado con la actualidad y con un enfoque claro, sencillo (que no simple) y hasta divertido, a veces. Aunque la cosa, de momento, no tiene ninguna gracia.

Hasta la próxima entrada.

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Golpeada hasta la muerte

Zahra Kazemi fue encarcelada, torturada y violada en un centro de detención en Teheran en verano de 2003. Murió en el hospital unos 20 días después de su detención, «por un infarto mientras era interrogada», según fuentes oficiales.

Zahra había nacido en Iran en 1948. Después estudio en París y, desde allí, viajó a Canadá con su hijo. Consiguió la doble nacionalidad canadiense-iraní y siguió trabajando como fotoperiodista por el mundo.

Porque ése fue su «delito». Sacar fotos de los familiares de los «desaparecidos» en las revueltas estudiantiles de aquel verano, que se aglomeraban a las puertas de la prisión de Evin, como ya era costumbre tras este tipo de altercados, para intentar saber qué les había pasado a sus hijos o hermanos. Zahra solo hizo fotos de los alrededores de la prisión, pero esto no les gustó a los carceleros. Quisieron quitarle su cámara, y ella aceptó hacerlo ante su violencia, por ella misma, por los allí concertados y por la seguridad de los prisioneros. Pero no sirvió de nada. La arrestaron allí mismo, y por lo que se supo después, durante 3 días fue golpeada y violada brutalmente.

La primera razón oficial de su muerte fue la de ataque cardiaco, aunque luego se reconoció que había muerto «accidentalmente» por un golpe en la cabeza. Su madre, vio su cuerpo torturado y destrozado, y nunca creyó en la versión de las autoridades iraníes.

Su muerte, sin embargo, pasó inadvertida y no provocó el gran escándalo internacional que merecía hasta casi dos años después, cuando el exmilitar y forense iraní  Shahram Azam, compartió la verdad sobre su muerte para conseguir asilo político en Canadá en 2004.

Después de recorrer el mundo con su cámara al hombro, recogiendo imágenes de la vida y los acontecimientos mundiales más relevantes, primero en Latinoamérica y Europa, y posteriormente en Oriente Medio (estuvo varias veces en Irak y Afganistán, durante invasiones y conflictos), fue a morir en su propio país, a manos de sus compatriotas. Simplemente por hacer su trabajo.

La historia de Kazemi no es un hecho aislado, lo que no le resta ni una pizca de dramatismo a su asesinato, injusto y sin sentido, como todos. Durante lo que va de siglo, decenas de periodistas han sido torturados y/o asesinados por cumplir con su labor informativa, ya sea a través de la cámara o de la pluma. Solo en 2015, al menos 110 periodistas murieron, según el informe anual de Reporteros Sin Fronteras.  En 67 de estos casos RSF afirma de manera formal que  fueron asesinados debido a su profesión o mientras la ejercían –con lo que la cifra total de periodistas asesinados por este motivo asciende a 787 desde 2005–.

La Libertad de Expresión tiene, sin duda, un precios. Los periodistas trabajan para dejar testimonio y sacar a la luz los problemas del mundo y algunos se quedan en el camino.

Gracias, compañeros

Hasta la próxima entrada.

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Las mujeres de mi vida. Más de 10

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Estoy completamente convencida de que la amistad es una de las cosas más importantes de la vida, y sin ella no sé si ésta tendría mucho sentido. Además, cuanto mayor me hago, mas valoro esa relación única que tengo con un puñado de otras mujeres.

Es verdad que es un sentimiento (entre mujeres y en general) muy complejo, uno de los aspectos menos simples de la vida, pero también uno de los más «sanadores».

Soy muy afortunada y estoy rodeada de amigas. En un torpe ejercicio de agrupamiento, os las presento:

  1. El grupo. Ese equipo indisoluble con nombre moñas y cuyo humor solo entendemos nosotras. Siempre están ahí, para reír o para llorar juntas. Cada una «de su padre y de su madre», pero una combinación perfecta de comprensión, sinceridad, complicidad y amor. Somos seis, con nuestros apodos y nuestras bromas privadas. Si pienso en ellas, sonrío. Gracias, chicas. Por todo. Y, especialmente, por aguantarme. Next station: Sevilla.
  2. La (prácticamente una) hermana. La mía vive lejos, en el Sur. Pero es como si siempre estuviera con nosotros. Digo bien, «con nosotros», porque es miembro de (toda) la familia. Desde hace ahora justo 25 años. Nos conocimos en un aseo de señoras en noviembre de 1991. Y hasta hoy. Siempre conmigo. Y yo con ella. En lo bueno y en lo malo. Embarazos, bodas, fallecimientos, enfermedad… Todo lo que conforma la vida. «Los suyos» son míos. Y al contrario. Para siempre.
  3. La hermana de verdad. Para mí, hermana-madre. Ha sido (y es) mi referente en la vida. Y yo, una pesada, contándole todos mis miedos. Cuento con mi hermana para todo lo importante. Espero que sepa que estoy siempre, para lo que quiera. Yo no sería lo que soy ni como soy sin ella. Me ha salvado. Muchas veces.
  4. La de la infancia. De ésas, no me quedan. No he sabido o no he podido conservarlas. La  amistad más antigua que tengo es de cuando las dos teníamos 17 años. Así que entra en este apartado. Porque, en realidad, éramos casi unas niñas. Aunque entonces creyéramos que lo sabíamos todo. Fue -y es- una gran amiga. Me apoyó en momentos duros, siempre desde la serenidad. Tengo suerte de seguir teniéndola , aunque se haya ido lejos, en busca de una nueva vida. Porque, además de buena, es muy valiente.
  5. Las sorpresas. En mi caso, son mi suegra y mi cuñada.  Con la mala fama que tienen, a mí me tocó la lotería. La madre de Pablo es una gran mujer. Una madre estupenda, una trabajadora incansable y una emprendedora por naturaleza, que ha afrontado muchos retos, de los que siempre ha salido airosa, y con una sonrisa. Me quiere y yo a ella. En muchas ocasiones, me ha dado lo que no tuve de niña. Sus hijos la adoran. Y no me extraña. Yo también.  Mi cuñada, su hija, es también una mujer extraordinaria, aunque ella no se lo cree, aunque los que la queremos insistamos en decírselo. Es buena, generosa y sensible. Hemos sufrido y disfrutado mucho durante estos 25 años. Es mucho más que la hermana de mi marido. Es mi amiga. Una de las mejores.
  6. La de carambola, que resultó ser una presencia constante y esencial en tu vida. Coincides en un trabajo, y resulta que le presentas a un amigo. Y van,  y se casan. Desde entonces, una vida. La suya y la nuestra, siempre en contacto. Sobre todo gracias a ella, que, esté donde esté, siempre encuentra un momento para llamar, para juntarnos. Y, pase el tiempo que pase, es como si no pasara el tiempo. Es una amistad fuerte. De cuatro que se quieren.
  7. La que perdiste y aún te lo reprochas. Porque fue por algo estúpido, visto desde ahora. Porque ella era una persona muy importante, con la que compartí momentos clave de una época única de mi vida. Porque ella y yo éramos un equipo. Y nos lo cargamos. Solo le deseo lo mejor, aunque sea lejos.
  8. Mi conciencia. Cómo me conoce. Y, sin embargo, me quiere. Tantos años codo con codo… Me riñe, me defiende, me ayuda. Nos respetamos y nos queremos. Sin estridencias. Sencillamente. La necesito.
  9. Los «descubrimientos». Crees que ya lo tienes todo «armado» y, de repente, encuentras a alguien que llama tu atención. Mujeres que brillan y te hacen pensar que merece la pena conocerlas. Fuertes, divertidas, luchadoras, listas… Y son muchas. Más cerca de lo que crees. De todas las edades. Algunas llevan años delante de tus narices y, de pronto, las ves. Apasionante.
  10. La hija. Esta es una categoría especial y única. Cuando me di cuenta de que es una mujer (y estupenda) que tiene preocupaciones de mujer, sentí una mezcla de emoción y tristeza (ésta, al confirmar que no había conseguido salvarla de nuestros miedos y obsesiones). Pero, por encima de todo, lo que siento al mirarla, es orgullo. De lo que es, de lo que sé que va a ser y, por qué no decirlo, del vínculo que hemos construido. Muchas veces, cuando lo pienso, sigue sorprendiéndome lo que me cuenta, la confianza que tiene en mí y la admiración que intuyo en su mirada y en sus palabras. No sé si lo merezco, pero me encanta. Espero saber conservarlo. Y que nuestro amor incondicional siga creciendo.

Mónica, Ana, Eli, Belén, Carol, Hermi, Susy, Yolanda, Rosa, Pepi, Araceli, Eva, Marisa, Patricia,  mi querida Elena… y todas las demás: Mi red de mujeres. Me hacéis fuerte, libre y segura . Gracias.

Hasta la próxima entrada.

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La «invisible» Rosario Pi

Invisible para todos. Para los intelectuales de la II República y parte de los recuperadores de la Memoria Histórica por supuestas inclinaciones filo-fascistas. Por el Franquismo, por mujer, por feminista y por «meterse» en una profesión de hombres.

Rosario Pi puede considerarse la primera mujer directora española (con permiso de Helena Cortesina y su Flor de España de 1922), cuyas películas coinciden, además, con la llegada del sonoro. Fue productora (fundó Star Films, junto a Gutiérrez Bringas y Ladrón de Guevara), guionista (Doce hombres y una mujer, dirigida por Fernando Delgado) y directora (El Gato Montés, 1935). Nada menos.

En todo, una adelantada a su tiempo, incorporando arquetipos de mujeres fuertes, autosuficientes y libres en las relaciones. También rechazaba ya la violencia machista, muchos años antes de que todos nos rasguemos las vestiduras. Tras la Guerra se exilió, primero a Francia y luego a Italia, con su amiga, la actriz María Mercader. Unos años después, volvió, pero jamás volvió a hacer cine, en aquella España oscura de la dictadura de Franco, de la que vivió los años más terribles, hasta su muerte, en 1967.

De hecho, Pi sólo dirigió dos películas, aunque fue guionista de alguna más y produjo varias. De todas ellas, solo se conserva una, la más famosa y la que más éxito tuvo en su momento, El Gato Montés, una adaptación de la zarzuela de Penella (1912), en la que la pluma de la cineasta se esmeró con  Soleá, la protagonista femenina , cuyo personaje reescribió para convertirla en una mujer independiente, que no necesitaba protección, y con un papel decisivo en la resolución de la trama y el conflicto entre sus dos pretendientes. Añadió además el personaje de La Peliculera, que ni siquiera existía en la obra original, una mujer cansada de fregar, llena de ilusiones de triunfo y que expresaba abiertamente sus deseos sexuales. Todo un hito para la época.

El éxito de su primera película, permitió Rosario dirigir otra más, ya en plena Guerra Civil y financiada por un General. Rodada en zona republicana, Molinos de Viento también estaba basada en la zarzuela del mismo nombre, obra de Ricardo Frutos, y protagonizada por Pedro Terol y María Mercader (que, con los años, decía no recordar haberla hecho). Como el resto de las películas en las que participó -de una u otra forma- la directora, esta cinta también desapareció.

Tras su exilio en Italia, Rosario Pi volvió a la España franquista, que no le dio ni una sola oportunidad en el cine. Una mujer creadora y liberada no tenía sitio en la industria cinematográfica de la Dictadura, dominada por hombres y en los que el «lado femenino» siempre estaba delante de las cámaras.

Habría que esperar varias décadas para que las mujeres directoras volvieran a ser una realidad por aquí.

Hasta la próxima entrada.

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Isabel Oyarzábal fue media docena de cosas, por lo menos

Otra mujer de una pieza. Hija de escocesa y malagueño-vasco, vivió como mujer republicana hasta su muerte como exiliada en México, porque murió antes que Franco. Sólo un año antes…

Esa combinación de orígenes, creencias y culturas, hizo de Isabel una persona especial en el ambiente burgués y provinciano de Málaga a finales del XIX. Fue profesora de español en Escocia, donde iba cada verano, y donde conoció a mujeres extraordinarias, como la sufragistas Eunice Murray y la gran bailarina Ana Pavlova, entre otras. Para ella, aquellos veranos eran los mejores momentos del año, dejando atrás en opresivo ambiente de su ciudad natal.

Porque Isabel no se conformó nunca con nada. Era una mujer inquieta y con enormes ganas de vivir, que no aceptaba el papel que se le imponía, por ser mujer y de «clase acomodada».   Así que, acompañada por su madre, con una mentalidad mucho más abierta que la de su familia paterna, se lanzó al mundo y vivió múltiples experiencia.

He de decir que, sea en la época que sea, me fascinan las mujeres (las personas, en realidad) versátiles, capaces de hacer muchas cosas (bien, se entiende). Es verdad que el tiempo en el que le tocó vivir a nuestra protagonista, esto es todavía más admirable. Porque, fijaos:

  1. Fue actriz. Muy poco tiempo, es verdad. Entró a formar parte de la compañía de María Tubau, aprovechando la presencia de su compañía en Málaga. Una vez contratada, madre e hija se fueron a Madrid, donde participó en el montaje de la obra Pepita Tudó. Durante esa época, Isabel contrajo matrimonio con Ceferino Palencia, el hijo de la conocida actriz. No les fue demasiado bien como pareja, pero aprendió muchas cosas de su familia política y del «mundo de la farándula».
  2. Feminista y sufragista, tal vez inspirada por las mujeres que conoció en su infancia y, sobre todo, por su madre y el ambiente liberal en el que vivió, una vez fallecido su padre, que era el de la mano firme y convencional. Militó en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), de la que llegó a ser presidenta, y en 1920 fue delegada en el XIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer en Ginebra.
  3. Escritora y periodista. Por eso está aquí, entre otras cosas. Por su dominio del idioma, colaboró con publicaciones inglesas como The Standard y Laffan News Bureau. Además, después, con su hermana Ana y  Raimunda Avecilla publicó la revista La Dama y la Vida Ilustrada, con contenidos para mujeres. También escribió para  Blanco y Negro, El Heraldo, Nuevo Mundo o La Esfera. Autora varios libros, sobre muchos temas, son sus Memorias la más valorada de sus obras, aunque no salieron en España hasta setenta años después de su publicación.
  4. Republicana y embajadora, por lo que más se la recuerda. En otoño de 1936, ya iniciada la Guerra Civil,  fue nombrada ministro plenipotenciario en la Embajada de España en Suecia. Antes había participado en la Sociedad de Naciones, y dio conferencias en Estados Unidos y Canadá y en el congreso del Partido Laborista de Edimburgo. En enero de 1937 estaba en Estocolmo para presentar sus credenciales al rey sueco, pero tuvo que esperar un tiempo porque  su predecesor, proclive al bando rebelde, se resistía a dejar su puesto. En Suecia conoció la novelista ganadora del Nobel Pearl S. Buck y a la socialista y feminista rusa Alexandra Kollontai, de quien escribió una biografía.
  5. Inspectora de trabajo, la primera mujer en ocupar este puesto por oposición en España, en 1933.
  6. Exiliada. Isabel no fue una excepción, y como muchos otros intelectuales de la época, se exilió tras la caída de la República. En 1939, ella y su familiar, partieron a México, donde murió sin regresar jamás a España.

Lo que os decía desde el principio. Otra gran mujer. Una más. Gracias, Isabel.

Hasta la próxima entrada.

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La conversación más difícil

Toca otra entrada de esas raras. Una personal, como la que escribí sobre Elena. Voy avisando, por si alguien quiere dejar de leer ya. Esta vez solo va de mí. Si no os interesa, os espero en la siguiente. No os preocupéis, lo entiendo, y no os lo tendré en cuenta.

En realidad, es una necesidad.  Yo, lo confieso, hablo muchísimo. A veces (muchas veces, en realidad), demasiado. No me importa admitirlo ni que me lo digan (bueno, depende de quién y cómo, sinceramente). Algunas veces, incluso agradezco que me paren, cuando estoy en uno de esos brotes de verborrea que, en ocasiones, me dan cuando estoy nerviosa o preocupada. Parloteo casi sin control y no me viene nada mal que alguien -con cariño y respeto- me pida que me calle. Yo, en esos casos, no puedo parar. Otras veces es porque tengo mucho que decir. Y lo digo.

Pero cuando se trata de hablar conmigo misma, ya es otra cosa. No siempre, pero a veces, y más últimamente, me da miedo. Y no lo hago. Me aturdo con información y estímulos externos (lectura, películas, trabajo, charlas con los demás…) y evito tener esa conversación. Enfrentarse con el propio yo no es nada sencillo, sobre todo cuando ese yo no está en su mejor momento.  ¿Qué te vas a decir? ¿y qué te vas a contestar? Igual no te gusta nada, porque estás cagada de miedo.

La charla que tendría que tener conmigo misma está llena de preguntas, de las que no sé o no me gustan las respuestas. Pero sé que tengo que hacerlo, así que lo hago. Sola o con ayuda ¿Qué mas da? lo importante es no dejarte llevar por el miedo, ni por las sensaciones que, muchas veces, no son más que eso.

Como veréis, a lo que me refiero verdaderamente es a que es importante llevarse bien con una misma. Es casi lo primero. Sin eso, a los demás los vuelves locos. No entienden nada de lo que te pasa, porque no lo sabes ni tú. No lo has «tratado» desde dentro. Los otros no te van a salvar, aunque te quieran mucho. Aunque te adoren.

¿Da miedo? Claro ¿Sientes vértigo? Serías una inconsciente si no fuera así. Pero no hay otra. ¿Y sabes por qué?

  1. Porque eres tu mejor amiga. 
  2. Porque te conoces -o deberías hacerlo ya a estas alturas, así que espabila- mejor que nadie
  3. Porque te lo debes
  4. Por egoísmo, que está muy bien.
  5. Porque tu gente se preocupa cuando estás tan rara.
  6. Por la pura necesidad de averiguar qué narices está pasando.
  7. Por el placer de descubrir las cosas maravillosas que tienes y que casi nunca te paras a disfrutar.
  8. Por auto-crítica y aprendizaje.
  9. Por análisis. Cuando te paras a reflexionar, ves mucho más lejos, muchas más cosas y menos tremendas.
  10. Por valentía. Si identificas enemigos ahí dentro (reales o no), podrás pelear.
  11. Por diversión. A veces, eres estupenda y muy graciosa.
  12. Por ética. Para saber y resolver.
  13. Por estética. Así podrás colocar algo en su sitio.
  14. Porque es bueno para el alma. Y la cabeza, sobre todo para «esa cabeza».
  15. Por salud. Mental y de la otra.

Por lo menos, yo lo veo así. A pesar del temor y la pereza del antes. Aunque después te sientas triste o decepcionada. Porque también puede pasar lo contrario. Que seas capaz de distinguir la mierda de las flores y que éstas sean muchas más de las que esperabas. Y también para tomar decisiones, grandes o pequeñas, que son las que hacen avanzar la vida que, si no, se queda como fría y lela. Y eso sí que no.

Salir del propio desconcierto es una tarea que solo puede hacer uno mismo. Aunque no apetezca, aunque aterre. Porque es posible que las luces sean más potentes que las sombras y te quites, de una puñetera vez, esa especie de niebla que atonta y no te deja ver más allá de tus narices.

Creo que me he convencido. Os dejo para seguir conversando.

Hasta la próxima entrada.

 

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¡Acción! 10 cineastas españolas a las que disfrutar

Me encanta el cine. De todas las épocas, de cualquier procedencia, sobre todos los temas y de casi todos los géneros.

Las mujeres, en el cine, también sufren discriminación. Lo único positivo de esto es que cada vez es más pública esta situación y muchas estrellas reivindican igualdad de salarios, de oportunidades y de buenos papeles para las mujeres. El otro día leí en la columna de Carme Chaparro en Yo Dona un dato curioso (y triste), sobre un estudio en el que alguien se había molestado en comprobar cuánto hablaban las princesas Disney en la películas que teóricamente protagonizan y que, no lo olvidemos, ven, sobre todo, las niñas. Poco. Hablan muy poco.

En la dirección, las mujeres también tienen una importante desventaja y mucho que luchar, para conseguir el dinero y la confianza que tienen los hombres. Y en su caso, esto es importante para ellas y también para el resto de las que viven de la industria y por este maravilloso arte. Y ellas, para nosotras, las demás, también son relevantes, como la mirada femenina del cine sobre el mundo, la historia, las relaciones y las personas. A veces, me doy perfecta cuenta de que llevo toda mi vida mirando el mundo a través de los ojos de Wilder, Ford, Houston, Amenabar, Almodovar o Berlanga.

Así que he decidido traer aquí mi modesta selección. ¿El criterio? Caótico, como siempre. Gusto personal, admiración, recuerdos, afinidad personal, nostalgia, repeto… De todo. Pero me ha salido una lista de 10 la mar de apañada.

  1. Ana Mariscal lo hizo todo en el cine, aunque empezó en ese mundillo por casualidad, cuando estudiaba Matemáticas en la unversidad. Primero fue actriz, toda una estrella, y la protagonista de la odiosa Raza (cuyo guión se dice que fue escrito por el mismísimo Franco). Después,  pasó a producir y escribir guiones y, finalmente, se animó a ponerse detrás de la cámara. Su trabajo más reconocido fue El Camino, sobre la novela de Delibes. Nunca dejó la interpretación, ni en cine ni sobre las tablas. Fue una artista completa.
  2. Pilar Miró no tuvo una vida muy larga, pero sí prolífica. Y accidentada. Empezó en TVE, donde se bregó en la profesión, dirigiendo programas y retrasmisiones «de todos los colores», antes de pasar al cine. Dirigió 9 películas con desiguales resultados, pero siempre con rigor y profesionalidad. Los actores y los miembros de sus equipos técnicos la adoraban y siempre querían repetir. Fue Directora General del Ente Público RTVE, puesto en el que fue muy criticada e incluso se vio envuelta en un «escándalo» (comprar ropa para asistencia a actos utilizando dinero público) que ahora parece un juego de niños, pero que en su momento tuvo mucha repercusión y se explotó políticamente. Murió demasiado joven, a los pocos días de dirigir la retransmisión de la boda de la Infanta Cristina (¿Qué diría ahora de los líos en los que anda metida?). Su corazón era frágil y, un día, demasiado pronto, se paró. Entre sus pelis, mi favorita El Perro del Hortelano, con Enma Suárez y Carmelo Gómez en estado de gracia.
  3. Josefina Molina no ha parado desde que decidiera que esto de la dirección de escena, cine, televisión -o lo que le echen- era lo suyo. Es Hija Predilecta de Andalucía (nació en Córdoba) y Goya de Honor, entre otros muchos -y merecidos reconocimientos. También ha sido guionista y ha hecho cortos, series, documentales. En esta lista está, además de por todo eso, por su liderazgo y su feminismo. Es fundadora de CIMA (asociación de mujeres profesionales para fomentar la presencia equitativa de la mujer en el medio audiovisual) y autora, junto con Pilar Miró y Cecilia Bartolomé,  de Cine de mujeres en la Transición. La trilogía ´feminista´.  Es una luchadora incansable por la igualdad de las mujeres, también en su profesión.
  4. Gracia Querejeta es mucho más que la hija de su padre. Héctor, Siete mesas de billar francés o 15 años y un día demuestran que es una directora excelente, de historias llenas de sensibilidad, con actrices a las que saca el máximo partido. Me encanta.
  5. Chus Gutiérrez es una de las grandes, con una trayectoria y una filmografía dignas de admiración, y un poquito de envidia. Ha dirigido tanto largometrajes como cortos, e incluso ha hecho sus pinitos como actriz. El calentito me gustó mucho, pero mi favorita es la serie Ellas son así,  que escribió y dirigió, protagonizada por Maribel Verdú, María Barranco, Neus Asensi y María Adánez, y por la que recibió el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer. Pasé muy buenos ratos con todas aquellas mujeres de la misma familia, tan distintas y tan divertidas.
  6. Isabel Coixet. Sentimientos y opiniones contradictorias. Sobre sus pelis, claro. Algunas me gustan mucho (La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí, o los documentales Escuchando al Juez Garzón e Invisibles), otras me aburren soberanamente. A ella, la respeto y la admiro. Y espero que cada vez haga más de las que me molan y menos de las que no. O que yo aprenda a sacarles la gracia a todas.
  7. Iciar Bollain. La adoro. Desde Hola, estás sola, aquella historia con Silke y Candela Peña que me ponía contenta en una época en la que yo no lo estaba. Me parece divertida, natural, lista y -sospecho que- buena gente. También me apasionan Flores de otro mundo y, sobre todo, Te doy mis ojos. Me emocionan profundamente. Todavía no he visto El Olivo, pero lo estoy deseando. Al crítico más duro que conozco -mi padre, de 87 años- le ha encantado.
  8. Leticia Dolera. Ha sido un placer ver Requisitos para ser una persona normal. Me encanta su tono, los personajes, la dulzura y el humor tierno que transmite. Y los vestidos de Leticia. Creo que se merece poder seguir dirigiendo. Ojalá lo consiga. La traigo aquí como mi apuesta. ¡A por ellos!
  9. Mabel Lozano. Ya sabéis que, en este caso, es una debilidad por este terremoto de mujer y su trabajo. Ya os lo conté aquí no hace mucho. Y lo ratifico todo. Aunque se quedara a las puertas del Goya, sigo creyendo que su documental era el mejor de los nominados.
  10. Paula Ortiz, la directora de La Novia. No la conozco mucho, pero me gusta. Y me cae bien. A ver por dónde sigue.

¿Qué os parece selección? Variada, por lo menos. Un grupo de mujeres de varias generaciones que han conseguido dirigir una o más películas. Podría haber sido una lista de 20, de 50… ¿De 100? No sé yo… ¿Os animáis a ayudarme a ampliarla?

Hasta la próxima entrada.