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Golpeada hasta la muerte

Zahra Kazemi fue encarcelada, torturada y violada en un centro de detención en Teheran en verano de 2003. Murió en el hospital unos 20 días después de su detención, «por un infarto mientras era interrogada», según fuentes oficiales.

Zahra había nacido en Iran en 1948. Después estudio en París y, desde allí, viajó a Canadá con su hijo. Consiguió la doble nacionalidad canadiense-iraní y siguió trabajando como fotoperiodista por el mundo.

Porque ése fue su «delito». Sacar fotos de los familiares de los «desaparecidos» en las revueltas estudiantiles de aquel verano, que se aglomeraban a las puertas de la prisión de Evin, como ya era costumbre tras este tipo de altercados, para intentar saber qué les había pasado a sus hijos o hermanos. Zahra solo hizo fotos de los alrededores de la prisión, pero esto no les gustó a los carceleros. Quisieron quitarle su cámara, y ella aceptó hacerlo ante su violencia, por ella misma, por los allí concertados y por la seguridad de los prisioneros. Pero no sirvió de nada. La arrestaron allí mismo, y por lo que se supo después, durante 3 días fue golpeada y violada brutalmente.

La primera razón oficial de su muerte fue la de ataque cardiaco, aunque luego se reconoció que había muerto «accidentalmente» por un golpe en la cabeza. Su madre, vio su cuerpo torturado y destrozado, y nunca creyó en la versión de las autoridades iraníes.

Su muerte, sin embargo, pasó inadvertida y no provocó el gran escándalo internacional que merecía hasta casi dos años después, cuando el exmilitar y forense iraní  Shahram Azam, compartió la verdad sobre su muerte para conseguir asilo político en Canadá en 2004.

Después de recorrer el mundo con su cámara al hombro, recogiendo imágenes de la vida y los acontecimientos mundiales más relevantes, primero en Latinoamérica y Europa, y posteriormente en Oriente Medio (estuvo varias veces en Irak y Afganistán, durante invasiones y conflictos), fue a morir en su propio país, a manos de sus compatriotas. Simplemente por hacer su trabajo.

La historia de Kazemi no es un hecho aislado, lo que no le resta ni una pizca de dramatismo a su asesinato, injusto y sin sentido, como todos. Durante lo que va de siglo, decenas de periodistas han sido torturados y/o asesinados por cumplir con su labor informativa, ya sea a través de la cámara o de la pluma. Solo en 2015, al menos 110 periodistas murieron, según el informe anual de Reporteros Sin Fronteras.  En 67 de estos casos RSF afirma de manera formal que  fueron asesinados debido a su profesión o mientras la ejercían –con lo que la cifra total de periodistas asesinados por este motivo asciende a 787 desde 2005–.

La Libertad de Expresión tiene, sin duda, un precios. Los periodistas trabajan para dejar testimonio y sacar a la luz los problemas del mundo y algunos se quedan en el camino.

Gracias, compañeros

Hasta la próxima entrada.

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