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Soraya o «somos un equipo»

Hay argumentos muy difíciles de defender. Que el Presidente del Gobierno de un país democrático decida dar una entrevista personal en una cadena o que prefiera irse de puente mientras se está celebrando un debate entre candidatos a su puesto en unas Elecciones Generales inminentes es, sin duda, uno de ellos. Ayer, en el debate de AtresMedia, Soraya Sáenz de Santamaría recurrió al manido y poco creíble, «en el Partido Popular somos un equipo, muy grande, y el Presidente ha decidido que hoy me corresponde a mí hablar en nombre de ese equipo». Qué chusco, pero ¿Qué otra cosa podría decir en semejante situación?

Pero ella no se arredra. Como ante todos los retos que ha tenido que afrontar desde que es Vicepresidenta del Gobierno -que no han sido pocos-, se pone «las botas de pocero» y se mete en el fango. Eso hay que reconocérselo a esta mujer, que se ha convertido en el «hombre fuerte» de un gobierno -su equipo-, integrado, en general, por hombres y mujeres de «bajo perfil», empezando por Mariano Rajoy.

No tengo ni la menor idea de si ella es el Plan B del Partido Popular ante un posible futuro de pactos, o de si existe la «Operación Menina» articulada por Margallo y de la que tanto habla Pablo Iglesias -espero que no, porque además de ser una idea rocambolesca y sainetera, el nombre es terrible-. Me da igual. Ella está aquí porque hablamos de «dar la cara» y para eso ha demostrado que vale.

Soraya lleva años siendo la cara visible del Gobierno, la que responde a los periodistas en las ruedas de prensa de los viernes, tras los Consejos de Ministros, que a veces ella misma preside, en ocasiones flanqueada por alguno de los ministros varones, que comparece por algún tema específico, relacionado con su «cosa pública». Para todo lo demás, Soraya.

Ella también asumió la crisis del Ébola, tras la garrafal gestión realizada por Ana Mato y las autoridades sanitarias de Madrid. Y también se está encargando de la parte frívola, bailando con Pablo Motos o conduciendo como una loca con Calleja, con incidente de globo incluido.  Gobierna, comparece, se esfuerza…

Y también ha tenido que aguantar lo suyo por el hecho de ser mujer, aunque ella no se declare feminista, ni defienda las cuotas, o forme parte de un gobierno desequilibrado en cuestión de sexo y de un Congreso en el que solo el 36 % de las diputadas eran mujeres y de unas listas en las que ni siquiera ella es número 1.

  1. ¿Recordáis las críticas que recibió por su  famosa entrevista, con posado incluido, en El Mundo hace unos años, cuando todavía estaba en la oposición? Frivolidad, «postureo»… (aunque no estoy segura de que ya se utilizara esa palabra). Muy parecidas, por cierto, a las que les cayeron a las ministras de Zapatero por un reportaje en Vogue.
  2. También recuerdo cómo me indignó la supuesta «loa» que le hizo ABC al estilo de la Vicepresidenta a la vuelta de unas vacaciones de verano, en la que había «endulzado su melena con unos reflejos dorados». Que si sus uñas, su maquillaje, su ropa… Inolvidable. E inconcebible nada parecido si ella fuera «un él».
  3. Y lo peor de todo. Las críticas por tierra, mar y aire a su decisión de incorporarse a su recién ganado puesto de segunda cabeza del Gobierno de España, a los pocos días de parir a su hijo. Soy feminista, ya lo sabéis, pero he de reconocer que en este punto  me preocupa cómo coinciden, a veces, algunas representantes de esta línea de pensamiento y lo más conservador de la sociedad. No estoy de acuerdo con la afirmación de que las mujeres tienen que agotar su baja maternal hasta el final, para facilitar el hecho de que lo puedan hacer otras mujeres, inclusi más si son figuras públicas y con responsabilidad política, porque es ejemplificador. Creo, por el contrario, que las mujeres tenemos que hacer lo que nos dé la gana en este tema, como en todos los demás, que tenemos cerebro y capacidad de utilizarlo para tomar esta decisión vital, según el momento de la vida en el que se produzca, la situación familiar y de cuidado del recién nacido que tengamos cada una y, por supuesto, según nuestros intereses y necesidades personales o profesionales. ¿De verdad que no es comprensible que alguien quiera asumir, lo antes posible, el mayor reto profesional de su vida?¿Que no quiera que ese único tren se vaya sin ella por haber sido madre (y su pareja, padre, que no se nos olvide?¿Que tema que esa oportunidad no se le vuelva a presentar si no la aprovecha YA? Y lo mismo me sirve para Susana Díaz o Carme Chacón, que sufrieron acusaciones similares, por un lado y por otro. Y solo por el «capricho» de ser Presidenta de la Junta de Andalucía o Ministra de Defensa.

Releyendo las líneas anteriores, parece que admiro a Soraya Sáenz de Santamaría, que en tantas cosas -y tan importantes- no tiene nada que ver conmigo ni con mi forma de entender el mundo. Pero, reflexionando un poco sobre ello, puede que sea cierto que, en parte, despierta en mí sentimientos positivos, pero son más bien de respeto. Por su esfuerzo, amor propio, prurito profesional, empuje y arrestos.

Sin duda, sería mejor Presidenta que Rajoy -eso no es difícil tampoco, claro- aunque, sinceramente, espero que no lo sea.

Hasta la próxima entrada.

 

 

 

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