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¿Qué tiene de malo la realidad?

A veces es horripilante. Me refiero a esas portadas de algunas revistas del corazón o «femeninas» en las que aparecen cuerpos y rostros como de cera, en los que ha desaparecido toda expresión, y toda naturalidad.

Recuerdo un reportaje de Tamara Falcó en 2011 que me impresionó muchísimo, porque era completamente artificial y hasta grotesco. Un cuerpo diminuto, una cabeza enorme, posturas imposibles. Todo desproporción, a todas luces innecesaria. Más, incluso,  si pensamos que tenía poco más de 20 años, cuando nos enseñaba a todos su nueva casa en el centro de Madrid.

Y ese es solo un ejemplo. Las páginas de papel cuché están repletas de esas imágenes fantasmagóricas y esas figuras «borradas». A mí me dan mucha grima. Entiendo, porque lo vivo, el temor a envejecer y a la imperfección, que a las mujeres (sí, sobre todo a nosotras) nos acompaña -y a veces nos persigue- durante prácticamente toda nuestra vida. Es un asco. Pero creo que prefiero mis patas de gallo y las arrugas de mi cuello (que, por supuesto, no me hacen ninguna gracia), que parecer alguien sin vida y sin emociones, que es lo que borra, además, el Photoshop descontrolado.

Porque también he de decir que no se trata de culpar a la herramienta, que solo es eso y tiene muchos usos positivos, sino al uso psicótico que se hace de ella en algunos medios de comunicación, especialmente sobre fotografías de mujeres (sí, insisto, más en nuestro caso).

Todos tenemos en mente ejemplos patrios y extranjeros de estos excesos, algunos de los cuales llegan a ser ridículos y, por qué no decirlo, hasta patéticos. Odio pensar que nosotras preferimos vernos así, pero lo que más me cabrea es que muchos creen que queremos hacernos eso. Negar el paso del tiempo, de las hormonas, de los platos de jamón y de las risas… lo que viene a ser la vida, que a veces lleva consigo arrugas, granos, lorzas y más arrugas. ¿Y qué? Por favor, ayudémonos unas a otras a dar un corte de manga con peineta a la esclavitud de los estándares de belleza y de perfección que nos dominan, entre otras cosas.

Yo no quiero ser como Madonna, que en todos los reportajes tiene cara de momia sin alegría, ni como Isabel Presley, que rejuvenece en vez de cumplir años, ni como Carmen Martínez Bordiú, que no se parece en nada a ella misma.  Todavía se me pone la piel de gallina cuando recuerdo la portada de las dos últimas en la Revista de las Revistas. Además, es solo un engaño que únicamente se mantiene en las páginas. ¿Para qué, entonces?

En cualquier caso, me gusta ver que algo que estaba tan extendido y aceptado como hecho consumado, empieza a resquebrajarse, y que algunas mujeres de las que salen en estas revistas se quejan de que las «retoquen», y algunas incluso se niegan a ello.

El ejemplo más relevante, por su repercusión, es el de Kate (video que encabeza esta entrada), que ya había manifestado su desacuerdo antes, pero que ahora ha incluido una cláusula específica sobre el tema en su último contrato publicitario.

Ella es la más famosa y reciente, pero no la única. Nuestra Inma Cuesta organizó un buen revuelo hace poco en las redes sociales, cuando vio la fotografía que publicó el Dominical en su portada de hace unas semanas, en la que aparecían ella y Eduardo Noriega, y en la que la habían reducido a la mitad y eliminado todas las imperfecciones de su cara. Le parecía totalmente innecesario. A mí también. La foto original era preciosa, y ella aparecía tan guapa -y tan real- como es de verdad.

No quiero decir nada del trozo de nalga que le quitaron a uno de los Ángeles de Victoria Secret en una revista. ¿Se puede saber qué tipo de rectificación hay que hacerle a un cuerpo como ese? Es surrealista e increíble… E indignante.

Creo que hasta que no abordemos con naturalidad la presencia de las mujeres en los medios, empezando por nosotras mismas, esto va a ser un cambio muy lento, aunque inevitable. ¿A quién no le gusta una buena foto?¿A quién no le apetece ver caras hermosas y sonrisas deslumbrantes en las revistas de LifeStyle?¿Cómo no vamos a querer disfrutar de la ropa, el maquillaje y el peinado de los que aparecen, cuando leemos este tipo de medios? Pero es que estos esperpentos no son buenas fotos, esos cuerpos y esas caras no son bonitos y esas sonrisas están muertas.

Ser actriz, modelo o mujer en general no supone dar licencia para dejarse hacer eso…y menos para desearlo. Viva la (hermosa) imperfección.

Hasta la próxima entrada.

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