En México es difícil ser periodista . Hace apenas unos días, asesinaron al fotoperiodista Rubén Espinosa y a cuatro mujeres que se encontraban con él en el momento de su «ejecución», entre las que se encontraban la activista Nadia Vera y Alejandra, la empleada de hogar, así como un par de amigas más. Algunos de ellos se habían atrevido a molestar al Poder, allá en Veracruz, y los mataron a todos.
En México también es muy duro ser mujer. La trata, las violaciones y la violencia machista son frecuentes. La sociedad mexicana, como la nuestra, sigue teniendo ramalazos culturales de aquello de «los hombres de verdad», la falsa protección y la dominación real. Esto, mezclado con el narcotráfico y la corrupción, ponen a las mujeres en el punto de mira, literalmente hablando.
Así que ser mujer, periodista peleona y feminista en aquel país es triplemente arriesgado. Lydia Cacho es una de esas mujeres valientes e incansables. Desde siempre, ha alzado la voz en defensa de las mujeres en general y de las su país en particular. Ha denunciado también la corrupción y se ha metido hasta los ojos en las historias que ha escrito para denunciar, pero también para reclamar Justicia (con mayúsculas).
Eso, y menos en México, nunca es gratis y a ella le ha pasado una factura elevada, y aún tiene que estar agradecida de seguir con vida, a pesar de cuestionar a los poderosos, que además se ayudan y conspiran juntos contra los que amenazan el status quo y sus negocios o negocietes . Tuvo que salir zumbando del estado de Puebla, amenazada de muerte. Antes, fue detenida y procesada ilegalmente por el Gobernador, haciéndole un favor al «empresario» libanés al que ella había osado poner en la picota en su libro Los demonios del Edén, donde desvelaba una red de pornografía infantil.
La detuvieron nada menos que por Difamación, la retuvieron y la torturaron. Los pillaron, sí. Hubo un gran escándalo, es cierto. Pero ella, por esta y otras razones igual de inaceptables, tuvo que huir y refugiarse en casa de su hermana. Hace apenas unos meses participó en un careo con el policía que encabezó el grupo de agentes torturadores a los que sufrió en 2005. Durante varias horas, Lydia relató las 30 de horror a la que la sometieron por hacer su trabajo y por denunciar una gran red de pederastia y el abuso de decenas de niñas.
Pero Cacho no se rinde. En 2010 publicó Esclavas del poder, investigación periodística con historias contadas a la autora por mujeres y niñas que sobrevivieron a las redes mundiales de trata de personas. Historias tremendas contadas en primera personas, en entrevistas que, en sus propias palabras, eran, cada una, «la entrevista más dura de mi vida, hasta que llegaba la siguiente».
Y sigue peleando por las mujeres y su dignidad, por los Derechos Humanos que deberían asistirlas y protegerlas y por la Libertad de Expresión. Escribe sus artículos en los diarios nacionales, aparece en los canales de televisión y publica en su propio blog y en los de otros, como en este reciente texto, en el que precisamente hace referencia al asesinato de Rubén Espinosa, con especial atención a las mujeres que lo acompañaban: Nadia Vera Pérez, Yesenia Quiroz, Alejandra y una colombiana de la que no conocemos el nombre pero que también fue violada y asesinada, como sus tres compañera.
Gracias, Lydia.
Hasta la próxima entrada