Como profesional de la comunicación, suelo preguntarme con bastante frecuencia por qué algunas acciones, gestos y palabras tienen impacto social y otros no. Muchas veces llego a la triste conclusión de que no hay respuesta para esa pregunta, y en ocasiones llego a plantearme la jubilación anticipada porque, verdaderamente, hay cosas difíciles de entender. Un «experimento» social, con un poco de maquillaje y unas dosis de emoción (más o menos real) enciende las redes sociales y, sin darnos cuenta, está en los informativos y las primeras páginas de los diarios. Sin embargo, una iniciativa seria y ambiciosa de un grupo u organización, que invierte dinero y esfuerzo en mejorar la vida de las personas pasa totalmente inadvertida. Misterios de los corazones y las mentes de los seres humanos.
Hay algunas variables que ayudan. El humor, la ternura, los niños y los gatitos suelen funcionar. Pero lo que es, indudablemente, una apuesta segura es que la voz de una causa sea la de alguien conocido, siempre, claro, que esa persona -o su personaje- despierten un mínimo respeto, reconocimiento y, por encima de todo, credibilidad.
No hay una combinación más potente que la que hay entre la luz brillante de una estrella del espectáculo, la moda u otra forma de arte, y el valor de las palabras, reivindicando Justicia, Paz, Igualdad, Solidaridad o cualquier otra de las grandes palabras que dignifican al ser humano. Esto es un hecho irrefutable.
Da un poco de miedo, si lo piensas. El riesgo de que todo sea un papel más, del que serán desenmascarados algún día, no es impensable. Y, lo que es peor, la misma influencia se encuentra también si la combinación es para promover o defender ideas perversas o dañinas.
Dejando de lado, por un momento, esos temores, veamos el lado bueno de todo esto, con ejemplos de mujeres conocidas y reconocidas internacionalmente, que utilizan ese privilegio para gritarle al mundo que lo estamos convirtiendo en una basura, pero que se puede hacer mucho para evitarlo. Para las mujeres, para los niños hambrientos, contra las guerras y la pobreza, ante el sufrimiento.
- Emma Watson. Solo con su discurso en la ONU, de poco más de 10 minutos, lleno de sinceridad, emoción e incluso inocencia hizo más por la causa del Feminismo que miles de mujeres que luchan por la igualdad de género en todo el mundo. Aunque esta conclusión es algo frustrante, me quedo con las consecuencias.
- Susan Sarandon. Una clásica en el activismo de Hollywood, durante su relación con Tim Robbins y después. Es Embajadora de las Naciones Unidas y muy significada políticamente, en la izquierda (estilo USA) del partido Demócrata. Me encanta Heifer Internacional, la organización de la que forma parte desde hace tiempo y que dona animales de granja a las familias que los necesitan para trabajar.
- Meryl Streep. Esta grandísima actriz también trabaja en favor de las mujeres de su profesión. Aunque no se reconoce como Feminista – otra vez el tabú de esa preciosa palabra-, sino como Humanista, lo importante es que habla y actúa en favor de las mujeres, que es lo que cuenta.
- Angelina Jolie. En abril, y ante la ONU, ya alertó al mundo sobre el drama de los refugiados sirios que ahora ocupa todas las páginas e informativos del mundo y que ocupa y preocupa a los gobiernos europeos, en una especie de exposición pública de mezquindad y miedo. No le hicieron mucho caso, es verdad, pero lo intentó, una vez más. Jolie lleva años trabajando con refugiados y pueblos en guerra.
- Patricia Arquette, que aprovechó su discurso de agradecimiento por su Oscar de este año para reivindicar la igualdad salarial entre hombres y mujeres, provocando la aclamación de sus compañeras de profesión, entre las que destacaron la propia Meryl Streep y Jennifer Lopez, que se desgañitaron desde el patio de butacas, mostrando su inequívoco apoyo.
Estos nombres dignifican una profesión que muchas veces es tachada de frívola, la mayoría de ellas con buenas razones. Sin embargo, como comunicadora no puedo dejar de valorar la capacidad de sus voces para llegar al corazón y a la conciencia de la sociedad y de los ciudadanos, con una velocidad y amplitud espectaculares, y me alegro por ello. Como mujer, me gustaría que la voz de todas las personas (hombre y mujeres) anónimas que trabajan todos los días, durante años, por estas y otras causas igualmente justas, tuviera la misma fuerza, aunque solo fuera por el valor moral de esos luchadores.
Hasta la próxima entrada