Yo, lo estoy. Pero no pierdo la fe en que las cosas cambien. Lo que pasa es que no tengo paciencia, y no quiero que sea «poco a poco». Tiene que ser YA. Pero no es. De hecho, me temo que, en algunos aspectos, hemos dado pasos atrás.
Así que entre las cosas que siguen siendo como siempre y las que han empeorado, no se me pasa el cabreo. Ah, no. Que no puedo estar enfadada. Porque daría entonces la razón a los que afirman, sin dudarlo, que las feministas somos mujeres amargadas y frustradas. Yo, como Chimamanda Ngozi Adichie, me defino como una feminista feliz… O, por lo menos como una feminista optimista, o extrovertida, o… Bueno, ya me entendéis. Es que feliz es una palabra muy grande y una sensación temporal. Decir que eres una persona feliz (así, como estado general y permanente) es antinatural. Y mentira.
Volvamos a lo nuestro. ¿Qué cosas hacen que mi fe en el futuro no siempre esté lustrosa? Son cosas grandes y pequeñas. Cotidianas algunas y otras dramáticas. Todas trágicas para nosotras. Algunos ejemplos recientes, al azar:
- Leo que, en Colombia, la Alcaldía de Bogotá consideró a una mujer culpable de su propia violación y asesinato. De verdad. Según decían, por arriesgarse a ir a una zona peligrosa. Parece que ese auto se ha levantado, pero el hecho mismo de que se haya publicado me pone enferma y me hace pensar que el mundo lo está aún más.
- Miro a mi alrededor, y pequeños y grandes gestos de mujeres de todo pelaje -de hoy y de ayer- me entristecen. No entiendo por qué, algunas de nosotras, contribuimos a que esto del feminismo sea una lucha tan lenta e incluso mal interpretado. Hace poco, en este mismo blog, lo intentaba explicar.
- Luego está ese rebrote del concepto de «Madre Total» que tampoco soy capaz de asumir. Creo que, en los últimos años, las mujeres nos hemos vuelto a someter a las cadenas de la crianza de nuestros hijos. Me preocupa, sobre todo porque está enmascarado bajo la idea del deseo voluntario y elegido. Ojalá sea así, aunque, personalmente, no lo creo. Son nuevas tiranías que, como de costumbre, atan a las mujeres. Mucho mejor que yo lo explicaba Milagros Pérez Oliva en este artículo, con el que me manifiesto totalmente de acuerdo.
- No sé si reírme o llorar cuando algo que sólo hacen menos del 2 % de los hombres se define como una «tendencia» social. Me refiero al número de padres que utilizan parte o toda la baja por paternidad que, según la ley, se puede compartir. Son bichos raros, en realidad. Y a los que lo hacen los vemos como héroes, mientras que asumimos como normal que la disfruten (o padezcan) el 98 % de las mujeres.
- Y no os digo nada de la brecha salarial, todo un insulto que existe en todas partes. Desde los países teóricamente más «desarrollados». Persiste en todas partes. Incluso crece.
- También es verdad que hay cosas que la animan a una. Por ejemplo, que haya hombres como Miguel Lorente, capaces de tener toda la sensibilidad del mundo y ser tan reivindicativo como la mujer más feminista. Leer sus artículos y sus posts me reconcilia con la Humanidad.
- Y luego están esos micromachismos exasperantes de todos los días. A veces, invisibles de puro repetidos, y tan sutiles que pican y no sabes dónde. No hay que dejar nunca de ponerlos en evidencia, ni de intentar que no se produzcan. No me da la gana de aceptar que me pongan a mí la Coca Light y a él la cerveza, sin preguntar (o sin recordar quién ha pedido qué). ¿Y si no pago? Porque la cuenta la he pedido yo… y se la entregan a él. ¿Y por qué aceptar opiniones sobre mi físico por la calle a quien no se las he pedido? Los piropos me repugnan. Y me niego a tolerarlos.
En fin… Y esto sólo mirando unas semanas para atrás y sobre cosas, en la mayoría de los casos, «rutinarias». Sin detenerme únicamente en las realmente grandes y desesperanzadoras razones que confirman que queda mucho por hacer y que ocurren también cada día: asesinatos machistas, agresiones sexuales, lapidaciones y latigazos, ataques con ácido, ablaciones. Torturas, vejaciones y crueldad para la dominación. Madre mía. Cuánto nos queda.
¿Es o no para enfadarse? Como dice Adichie en su charla y en su libro: «¡Claro que estoy enojada! Todos deberíamos estarlo».
Así que creo que el «ensayito» feminista que recoge las palabras de esta «feminista feliz africana», tan sencillo, claro y breve, debería estar en todas nuestras mesillas, bolsos, mochilas y cajoneras (es tan barato), recordándonos lo que realmente significa ser feminista y lo bueno que es para el mundo, para el presente y el futuro de la Humanidad. Es de justicia y, además, una muestra inteligencia como especie. No sé si seremos capaces.
Hasta la próxima entrada.